Nada tiene más valor para un ser humano que su dignidad y los dominicanos hemos sido siempre defensores de nuestros valores, del respeto a la soberanía nacional y la dominicanidad.

En relación con la crisis haitiana, el gobierno de turno y las estructuras del Estado han sido muy pacientes en la búsqueda de soluciones equilibradas al conflicto fronterizo y en la preocupación para que los haitianos puedan tener acceso a los productos primarios para su alimentación.

Sin embargo, hay que cuidar la dignidad de los dominicanos en los momentos precisos, debido a que una muestra de bondad o humanismo, jamás debe ser vista como una debilidad o miedo a lo que pueda ocurrir si los vecinos siguen exhibiendo una postura arrogante ante la tolerancia del país.

Ellos están jugando a vencer la resistencia y la postura que, sabiamente han asumido las autoridades dominicanas, pero deberán quedar como “perico en la estaca”, toda vez que el dominicano es tierno y humano, pero no cobarde. Lo cortés no quita lo valiente y estamos en la etapa de la cortesía.

Vivir en paz y compartir las buenas cosas debe ser el compromiso de todo ser humano con los demás de su especie y los continuos conflictos que se registran en Haití y República Dominicana habrán de solucionarse alguna vez como naciones vecinas, aunque de culturas completamente distintas.

Esta vez, los reales y verdaderos dominicanos hemos de cerrar fila en defensa de la nacionalidad, porque un ciudadano que no defiende a su patria, no merece ser fruto de sus entrañas y la paz comienza con el respeto mutuo.

El país ha cumplido con abrir las puertas de la frontera para el intercambio comercial, los vecinos insisten en que no necesitan lo que aquí se produce, pero al parecer no es una decisión de la población pobre que lo requiere, sino de los grupos que se disputan el poder en ese país. Esperamos que sus corazones sean tocados por Dios.

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