El presidente y la delincuencia

Aunque en principio las críticas ácidas dominaron las opiniones contra la decisión del presidente Luis Abinader de intervenir directamente en el accionar de la Policía Nacional, al motivar un cambio radical en el combate a la delincuencia y disminuir la desidia que anquilosaba a la institución del orden.

El cambio en la forma de combate a la delincuencia organizada y común ha renovado un poco la esperanza en la población de retornar al clima de paz y a la convivencia armónica que ha caracterizado a los dominicanos.

Incluso, esta inusual decisión del mandatario debería repetirse en otras áreas para resolver el peligroso problema de los militares que tienen el gran negocio con el tráfico de haitianos y la debilidad eterna de la Dirección de Migración con la desidia interesada de sus funcionarios e inspectores.

También ante la lenta y descuidada actuación de Ministerio de Medio Ambiente, cuyos encargados regionales e inspectores se han convertido en mudos, ciegos y cómplices de los depredadores y homicidas hídricos, que matan cada día nuestros bosques y las fuentes acuíferas.

Son males viejos como los de la guardia y la policía, pero se impone el respeto colocando en primer plano los intereses del país. Así, en el corto y mediano plazo, tendríamos la percepción de que transitamos por el camino correcto y en la certeza de que podremos volver a vivir en paz.

La forma en que la autoridades están enfrentando la delincuencia en las últimas semanas y, a partir de la intervención directa del gobernante, cuyo encuentro semanal con los agentes y los reformadores de la institución, obliga a que los involucrados tomen en serio su papel y cumplan con las obligaciones propias de los cargos que ocupan, ha tenido buenos resultados.

El país ha tenido momentos difíciles, pero es tiempo de comenzar a recobrar la calma y devolver la tranquilidad a los dominicanos, sobre todo ahora que somos vistos con buenos ojos por el buen desempeño en el manejo económico y la actividad turística. Presidente, no desmaye.