Desde mediados del siglo XIX, los dominicanos hemos rogado por un régimen equilibrado que traiga definitivamente justicia y libertad y, con ello, la probabilidad de contar con una sociedad comprensiva, de convivencia pacífica, sin recelos ni rencores.

Numerosas generaciones han transcurrido sin que este anhelo se materialice, debido a muchos malos dominicanos, al asedio extranjero y a la falta de unidad entre nosotros mismos, aunque hubo un espacio propicio a partir de la separación de Haití.

Una Justicia independiente podría ser la clave para alcanzar una democracia plena, participativa y al servicio de la colectividad, no de intereses particulares y foráneos, como ha ocurrido hasta el momento.

Por esta razón es loable la decisión de propiciar, primero un Ministerio Público que cumpla con libertad lo que mandan los códigos y leyes a tono con la Constitución de la República, labor que debe complementarse con la independencia del Poder Judicial completo, con fiscales, jueces y auxiliares que piensen en la patria y en los intereses nacionales por encima de todo.

Cuando esto ocurra, habrá garantía en la inversión, en las libertades públicas, menos corrupción, ejercicio pleno de la libertad a partir de una sociedad sana, libre, justa, comprensiva y capaz de sostener, defender y proteger la convivencia humana.

Los dominicanos hemos sufrido mucho, vejados por extranjeros y por nosotros mismos, sin tomar en cuenta las bondades de un pueblo dulce, creyente, amoroso y buen anfitrión.

Si alcanzamos el anhelado sueño de una Justicia independiente, nuestro deseo de libertad se cumpliría, retornando la alegría, la seguridad, la paz y el legado de los padres de la nacionalidad bajo el lema de Dios, Patria y Libertad. ¡Justicia y libertad!

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