Siempre hemos dicho que República Dominicana fue el país escogido por Dios para concluir la construcción del mundo, razón por la cual, en todo momento de crisis ocurre el milagro esperado, aunque no lo sepamos aprovechar.

Esta vez no ha sido la excepción, la preocupación generada por la falta de lluvia y la sequía acentuada llegó a las más elevadas autoridades y a los sectores de menor ingreso de la población, debido a que tener agua potable y suficiente para el regadío de los predios agrícolas es una necesidad seria e impostergable.

Las presas y los reservorios acuíferos alcanzaron los niveles más bajos en las últimas décadas y el mayor déficit de metros cúbicos de agua potable al servicio de la población, creando una especie de pánico en los sectores más pudientes y en el propio Gobierno.

Los dominicanos agradecemos poco, pero esta crisis obligó a reconocer el gran esfuerzo y la gigantesca inversión de la actual gestión. Sin el trabajo del Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados (Inapa), la Corporación de Acueductos y Alcantarillados de Santo Domingo (Caasd), con la dirección de Wellington Arnaud y Rafael Suberví hijo, así como las denominadas Coras, bajo la coordinación del Inapa, el país estaría en una situación muy seria.

Valoremos esto y el esfuerzo para regular el uso de las aguas represadas, preocupación que caló hondo en el Gabinete del Agua, pero hay detalles que el presidente Luis Abinader y los diversos sectores de la sociedad, deben corregir, de inmediato y sin excusa admisible, para preservar la foresta, salvar los recursos hídricos y acabar con el relajo de criminales criollos y extranjeros.

Es preciso convocar a las instituciones públicas, al sector privado, a las organizaciones sin fines de lucro, a la academia y a los grupos profesionales a sembrar árboles en las tres grandes cordilleras.

Esto es, sobre todo, en el entorno del nacimiento de los grandes ríos, cambiar y trasladar a los inspectores forestales mafiosos y aplicar las sanciones de la Ley 64-00 y resoluciones administrativas, a los depredadores nativos y extranjeros.

El agua es vida y queremos vivir.

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