La población dominicana parece que está adquiriendo conciencia luego de las enseñanzas dejadas por la pandemia del Covid-19, cuyos efectos han sido desastrosos para la humanidad.

Las manifestaciones de protesta, no solo por hechos como el aumento de la tarifa eléctrica, sino por los reclamos de obras, facilidades en los pueblos y la participación activa en decisiones oficiales y privadas especiales, la ponen de manifiesto.

Cuando la población se empodera se pone vigilante y las autoridades de turno encuentran en ella un aliado especial, toda vez, que ayudan con las denuncias sobre acontecimientos indebidos y contribuyen a las soluciones de manera voluntaria.

De esta forma, la expresión de pueblo abre las puertas de la Justicia y si el gobierno de turno escucha, la nación se encamina certeramente hacia mejores senderos.

El dominicano es espontáneo por naturaleza, muchas veces con acciones lentas en defensa de sus intereses, pero cuando reacciona es indetenible en la búsqueda de reivindicaciones y en la protección de sus derechos.

Al parecer, el espacio político de que ahora disfrutamos, es propicio para contribuir positivamente al crecimiento en todos los renglones, sobre todo, en la búsqueda y consecución de la estabilidad económica, el fortalecimiento de las garantías sociales y la convivencia pacífica.

Es tiempo de que los políticos entiendan que hay una población que reacciona y que cuando asumen posiciones, deben tomarlo en cuenta, para que su desempeño sea transparente y sus acciones tengan repercusiones colectivas. Un pueblo empoderado es un cañón de largo alcance.

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