Conocemos las Escrituras, las cuales evidencian que la vida eterna es un regalo inmerecido, algo que no ganamos, invaluable e incomprable. Entonces como hijos de Dios nuestro propósito radica en cada día acercarnos por medio de la santificación a ser una imagen clarificante que revele al Señor Jesús. La tarea puede ser retadora, pero como desafío es lo mejor que nos puede pasar; porque bien conocemos que la alternativa sería una contradicción. No parecernos a quien ya nos otorgó el regalo de la salvación es semejante a ser las portadas, perfiles o filtros nebulosos del mundo que nos rodea, cuyos líderes, nos queda claro, están a millones de abismos de distancia del carácter de nuestro redentor. Ahora bien, al caminar como Él tu sombra será el génesis que alumbre a muchos.

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