La ansiedad se alimenta de las apariencias, la fe, de lo invisible, por eso es fácil que puedas ser devorado por la distracción. Dios nos ha llamado a mirar las promesas, no a los gigantes, al propósito no a la propuesta, a la esencia y no a las apariencias, que engañan igual que los malos amigos. Escuchamos lo que queremos, prefiriendo que el brillo nos deslumbre a que la verdad nos alumbre el camino, descuidando la sombra para conquistar el horizonte. Dios no mira lo que ve el ojo común, mira el corazón, conoce que detrás de supuestos rencores, se esconden volcánicos amores. Las palabras encubren, pero oportunamente Dios saca todo a la luz. Sabes algo, cuando Dios busca tanta cercanía con tu corazón es porque quiere abrir tus ojo.

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