Nadie tiene dudas de que la unión hace la fuerza, sin embargo, se levantan corrientes opositoras internas en lo que respecta a una unidad más profunda. Hablar de unidad es cuestión de elocuencia, pero convencer a Dios de patrocinar la unidad es asunto de acción, intencionalidad, compromiso, sujeción y excelencia. Estar juntos puede ser una careta, estar unidos puede ser puro interés, conveniencia o necesidad, pero actuar con unanimidad es practicar la cruz. El punto es que Dios patrocina su palabra, su método, su propósito, sus elegidos. Unanimidad es hacer sin discrepancias, de acuerdo a pesar del desacuerdo, sin oportunismos, en solidaridad, buscando el bien común, como un todo, sin abstenciones, sin pérdida, determinados, comprometidos… ¡La unanimidad es la manera en que los hombres se crucifican para servir a Dios!

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