Ante desafiantes realidades no hay mayor refugio que la roca de los siglos. Nehemías, tuvo suficiente ardor en el pecho para lanzarse contra los vientos impetuosos y no quedar solo humeando, su llama fue encendida por el fuego de una relación directa, apasionada y concreta con el Dios de Israel. Amó lo que Dios ama y se desafió a sí mismo, apretó sus sandalias y fue en pos de su determinación. Pero antes oró, buscó la seguridad y convicción inquebrantable de quienes reciben el “si” de Dios. La verdadera oración no es evasión sino convicción que se afila en la verdad de la palabra viva! No oramos para escapar de la vida, sino más bien para que el propósito de esta vida no se nos escape. En Dios haremos proezas.
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