La fe que Jesús nos enseñó puede ser ofensiva para algunos, porque luce un tanto extrema como extraña para la rigidez de ciertas mentalidades. Sus propuestas fueron altamente contradictorias y chocantes, al punto que hubo pesimistas que prefirieron su postura cómoda y tradicional, al desafío de flexibilizarse y correr con la aventura del invocado cambio, desenlace que sucedería estrictamente por medio de un acto íntegro de fe. Seguir a Jesús es saber que cuando se acaba el camino terrestre, el agua deberá hacerse a un lado o interrumpiremos sus corrientes, caminando o a nado. Para hacer lo imposible no hay que caer en el ridículo, sino hacer la diferencia, seguir su palabra en un acto de obediencia, apretar la confianza e imponer la paciencia, para ahogar toda forma de impotencia.

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