Cuando la palabra se genera en el corazón de Dios, no importa ni lo escabroso o largo del camino, mucho menos los obstáculos, ni siquiera tu inseguridad acerca del destino. Una palabra generada por Dios y no por la mente humana, tampoco por letra muerta, es más poderosa que el más sofisticado de los misiles inteligentes. Te aseguro que desatará un impresionante desenlace independientemente de los grandes reveses y del pesimismo colectivo. “Una palabra ‘tuya’ bastará para sanarle…” dijo el Centurión a Jesús. ¡Cuánta fe y precisión en pocas palabras! La palabra con propósito depende de quien habla y puede hacer “más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” como dijo el apóstol Pablo, pues toma el poder del emisor. Entonces, si Dios habló, ¡para de dudar, porque hecho está!

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