De vender lotería y uñas, sin rumbo, la trabajadora dama pasó a consolidar un negocio de repostería; le funcionó

María Roque Francisco, con 35 años y una sonrisa que irradia esperanza, es el rostro de una mujer que decidió darle un nuevo giro a su vida.

Nacida en San Pedro de Macorís, su historia está marcada por la constancia y el deseo de construir un presente sólido para ella y sus hijos. Madre soltera, repostera y dedicada a múltiples actividades económicas, ha encontrado en la formación y la disciplina las herramientas para levantar no solo un negocio, sino también su confianza y su futuro.

Durante años, María vivió entre la venta de números de lotería y un pequeño salón de uñas, en busca de sostener a su familia y a la vez aplacar sus propias dudas. Su vida estaba llena de momentos de trabajo duro, pero sin una organización clara que le permitiera avanzar con paso firme. Vendía y gastaba sin pensar, e incluso llegó a admitir que parte de sus ingresos se iban en el consumo de alcohol, en un círculo que parecía no tener fin.

La chispa que encendería su firmeza surgió gracias a una invitación de su madre, quien la animó a participar en los talleres de formación que cambiaron el curso de su vida.

Aquella decisión de asistir a un curso, casi por compromiso, se convirtió en el inicio de una transformación profunda. Al escuchar las primeras charlas, María sintió que algo se despertaba en ella.

“Al principio no tenía intenciones de quedarme, pero me motivó tanto que decidí hacerlo”, recuerda. Lo que comenzó como un curso terminó convirtiéndose en una fuente de confianza y estructura. María aprendió a conocerse, a enfrentar sus miedos y, sobre todo, a soñar sin perder la practicidad.

Su familia ha sido testigo de ese cambio. Sus hijos pequeños la observan en la cocina con curiosidad y admiración. La más pequeña, con sus palabras sencillas y sinceras, le dice: “Mami, cuando yo sea grande, voy a ser como tú: repostera”. Esa frase, que para muchos podría parecer solo un juego infantil, es para María un reflejo de lo que espera dejar como herencia: el ejemplo de una madre trabajadora y constante.

Hoy, María combina su pasión por la repostería con la venta de productos de limpieza, la lotería y la atención en su salón de uñas. El aroma de la fresa con crema y la mermelada de piña en sus bizcochos, que prepara por encargo durante los fines de semana, se mezcla con el ruido de la licuadora preparando jugos y la conversación amena con sus clientas de uñas.

No espera a que el dinero llegue solo: lo busca, lo organiza y lo invierte con cuidado. Su pareja, que vive en el extranjero, también la apoya, no solo enviándole recursos económicos cuando lo necesita, sino también alentándola a seguir aprendiendo.

No todo ha sido fácil. Reconoce que hay días en que el cansancio amenaza con detenerla, pero se repite a sí misma que tiene un propósito mayor.

“No es fácil, pero se puede. A veces me siento agotada o sin ánimo, pero me tomo un café y me digo: ‘María, ahí vamos’”, cuenta con determinación. La clave, según dice, está en no perder de vista las metas y en poner todo en manos de Dios.

El taller “Conociéndome” fue uno de los momentos más impactantes para ella. Le permitió identificar y reconocer sus fortalezas, y también sanar heridas del pasado, como su relación con su madre.

Ese taller, junto con las capacitaciones en educación financiera, la ayudó a poner orden en sus finanzas y en su vida emocional. Ahora sabe que cada peso que gana tiene un destino, que no se trata solo de vender, sino también de ahorrar y planificar.

Su visión para el futuro es clara. Sueña con tener un local propio donde vender sus bizcochos y postres, pero también con abrir un pequeño negocio de comida nocturna, donde pueda ofrecer desde pollo a la crema hasta pechurinas y yaroas, siempre con el toque casero que la distingue. Ya tiene un terreno para levantar esa estructura, un paso que la acerca a ese objetivo de ofrecer a su comunidad un servicio variado y de calidad.

El cambio en María es innegable. De ser una mujer que gastaba sin pensar, pasó a ser una emprendedora que combina creatividad y planificación.

“Les exhorto a capacitarse, a emprender, a trazarse metas y a tomar estos cursos que te ayudan a administrarte y a ser buena gerente de tu negocio. No hay que esperar a que un hombre te mantenga”. Con esa convicción, María no solo hornea dulces, sino también oportunidades, para ella y para quienes quieran escucharla.

Hoy, su vida no solo se mide en recetas de repostería, sino en la fuerza con la que enfrenta cada día.

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