Por: Oscar Guedez
Dubái, Emiratos Árabes Unidos.- Tras finalizar en Dubai la 28* Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28), los resultados son, a vista del público informado, poco alentadores.
Pese a que se aprobaron todas las recomendaciones del Comité de Transición de Pérdidas y Daños, órgano en el que República Dominicana jugó un papel importante, los avances fueron pocos o ninguno.
Las delegaciones nacionales, de organizaciones y de observadores tuvieron que esperar hasta el último momento del último día para llegar al reglamentario consenso en torno al Balance Mundial (Global Stock Take), que, como de costumbre, no llenó las expectativas.
Compromisos muy amplios y poco precisos, un lenguaje muy general, “acciones” que nadie puede decir cómo se ejecutarían ni quién las financiará, son el balance final del Balance, valga la redundancia.
En cuanto al gran anuncio del primer día de esta COP28, la aprobación de recursos para el Fondo de Pérdidas y Daños, finalmente se recaudaron los primeros 700 millones de dólares, una cifra que suena muy bien en titulares de prensa.
Sin embargo, vistas las necesidades y los derechos de reparación del países como República Dominicana, Pakistán, Libia, Argentina o cualquier otro del sur global, se trata de una cifra minúscula, más aun teniendo en cuenta que no existe ninguna obligación de que los países industrializados aporten más dinero para estos fines.
Más aún, si sabemos que el fondo será manejado por el Banco Mundial, que en los últimos años ha desarrollado una relación más constructiva con los países en desarrollo, pero que aún debe hacer que se nos olvide su pasado de recetas económicas de shock y su mortífero resultado para miles de latinoamericanos.
De hecho, ni siquiera se logró que Pérdidas y Daños se convierta en el tercer pilar de las finanzas climáticas, lo que permitiría que se mantenga como tema fijo e invariable de las discusiones, por que lo existe el peligro de que, en los próximos años, se agoten los 700 millones actuales del Fondo y no se renueven las discusiones sobre el tema.
Para evitarlo, era necesario que Pérdidas y Daños, como tema de discusión y como concepto, estuviese presente en el texto final aprobado para el Balance Mundial, y eso no se logró.
Para los otros 3 grandes temas de negociación global, no ha pasado nada nuevo, o por lo menos, se avanzó menos que en los anteriores: para el tema de la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, GEI, las discusiones se pospusieron, así que esa cuerda perece no tener fin.
En cuanto a la adaptación, los acuerdos también fueron muy generales e imprecisos. Y aquí entre en juego el otro capítulo de las negociaciones: la financiación.
Desafortunadamente, no se acordó aumentar los montos destinados al Fondo de Adaptación de los países a los efectos del cambio climático, tampoco se establecieron normas financieras precisas para el Fondo de Pérdidas y Daños (ojalá la Mesa Directiva del Fondo logre avances significativos en este apartado).
Sólo se acordó darle cabida a los capitales privados para financiar la adaptación, y eso, visto el escenario global actual, suena a préstamos bancarios internacionales y otros instrumentos financieros que, al final, ni son transparentes (los bancos no rinden cuentas a los Estados) ni se alejan del peligro del “green wash” corporativo.
Tocará esperar a ver qué sucede en los próximos años.
PARÍS ESTANCADO
Las discusiones alrededor del artículo 6.4 del Acuerdo de Paris siguen estancadas, los modos de cooperación e intercambio internacional de emisiones, conocidos cómo Mercado y No Mercado, siguen sin estar claros, 8 años después de firmado el Acuerdo de París.
LA TRAMPA DEL CONSENSO – COP28
En el seno de las COP28, las decisiones se toman por consenso, es decir, si alguna de las partes, aunque sea solo una, no está de acuerdo con el texto sometido a aprobación, no se aprueba, y continúa la discusión.
Esto resulta beneficioso cuando los intereses de algunos países intentan imponerse sobre los más pequeños, como ejemplo, la Asociación de Pequeños Estados Insulares en Vías de Desarrollo (AOSIS, por sus siglas en inglés) puede hacer con este mecanismo que sus propuestas, sus vulnerabilidades y sus intereses se tomen en cuenta por los Países Desarrollados y los Estados Continentales del sur global.
Sin embargo, el consenso juega en contra de todos en algún momento.
Por ejemplo, resulta imposible hacer alusión en los documentos aprobados, al uso del carbón porque India o Australia, grandes exportadores, los bloquean. Pasa lo mismo con el petróleo, el metano, la responsabilidad de los países causantes del calentamiento global, etc.
Pero el hecho de que las decisiones se tomen por consenso no es una casualidad, ni el resultado de un análisis que determine que esta es la mejor vía para resolver las diferencias.
Es que el reglamento de la propia Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28) sigue sin terminar de resolverse.
Específicamente, el artículo 42 de la CMNUCC continúa hoy, más de 30 años después, sin ser aprobado por las partes, precisamente (especulamos) por el temor de las partes, a que las mayorías simples o calificadas se impongan sobre las minorías, condenando a los países menos poderosos a sufrir las consecuencias futuras del cambio climático, consecuencias que, además, son aún impredecibles.
Pero, a pesar de lo pobres que parezcan los avances globales logrados en la COP28, debemos reivindicar el titular de este trabajo: sí, es malo avanzar poco, pero mucho peor sería no avanzar, porque ello sería retroceder.