Irán y Estados Unidos: ¿nueva oportunidad para el acuerdo nuclear?

Las negociaciones entre Irán y Estados Unidos por el programa nuclear iraní reaparecen como un elemento clave del tablero geopolítico.

Irán y Estados Unidos: ¿nueva oportunidad para el acuerdo nuclear?
Irán y Estados Unidos: ¿nueva oportunidad para el acuerdo nuclear?

En un mundo marcado por tensiones en casi todas las regiones, guerras en curso y el resurgimiento de la competencia entre grandes potencias, las negociaciones entre Irán y Estados Unidos por el programa nuclear iraní reaparecen como un elemento clave del tablero geopolítico.

Representantes de ambos países se vienen reuniendo en Mascate, capital de Omán, para sostener conversaciones bilaterales indirectas que, pese a las profundas diferencias entre ambas partes, abren la puerta a posibles acuerdos.

La dinámica entre ambos países está anclada en décadas de desconfianza mutua, realineamientos regionales, desafíos económicos y, sobre todo, en el temor a que el tiempo para una solución pacífica se esté agotando y se abra la puerta a un posible conflicto armado de consecuencias impredecibles.

YA FUE POSIBLE

En 2015 y tras largos años de negociaciones, Irán y el grupo P5+1 (EE.UU., Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania) firmaron el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), con Barack Obama de presidente.

Ese acuerdo limitaba estrictamente el programa nuclear iraní y a cambio levantaba todas las sanciones económicas de EE.UU. y Europa a la economía del país persa, que aceptaba enriquecer uranio solo hasta el 3.67%, desmantelar dos tercios de sus centrifugadoras y permitir inspecciones periódicas de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).

Sin embargo, en mayo de 2018, durante su primer periodo en la Casa Blanca, Donald Trump retiró a EE.UU. del JCPOA, argumentando que el pacto no era suficientemente estricto ni abordaba otras amenazas como el apoyo iraní a grupos armados en la región o el programa iraní de misiles balísticos, que no está vinculado al posible desarrollo de armas nucleares.

Desde entonces, Irán también abandonó el acuerdo y retomó el programa nuclear con más ímpetu, especialmente el enriquecimiento de uranio. De hecho, en 2023 el Organismo Internacional de Energía Atómica informó que Irán posee reservas de uranio enriquecido por encima del 60%, un umbral técnicamente cercano al 90% requerido para uso armamentístico, aunque en términos de costo económico y desarrollo tecnológico la brecha es bastante amplia.

Además, el programa iraní de misiles balísticos ha alcanzado altos niveles de desarrollo en cantidad y desarrollo técnico, con gran alcance, velocidad y capacidad de impactar en objetivos de alto valor, tal como demostró el pasado 01 de octubre cuando Teherán atacó a Israel con unos 180 misiles.

Esta situación mantiene en alerta tanto a Israel como a Arabia Saudita, mientras EE.UU. y sus aliados creen que la posibilidad de que Irán cuente con armas nuclear sería una amenaza directa al equilibrio de poder en Medio Oriente.

NUEVAS CONVERSACIONES

Omán, país donde se están celebrando las conversaciones indirectas entre Irán y EE.UU., históricamente ha jugado el rol de facilitador entre ambas naciones, y hasta ahora ambas partes han mostrado cautela y optimismo: mientras la delegación iraní ha declarado que las conversaciones están siendo “difíciles pero útiles”, Washington las calificó de “alentadoras”.

En los últimos dos encuentros, los emisarios discutieron mecanismos de cumplimiento escalonado, una suerte de “acuerdo parcial” que permitiría que Washington alivie progresivamente las sanciones económicas a Irán a cambio de pasos verificables hacia la reducción del ritmo al que Teherán enriquece uranio.

No obstante, las diferencias clave siguen sin resolverse. De un lado, Irán exige que EE.UU, elimine todas las sanciones, incluyendo las que afectan su sistema bancario y exportaciones de petróleo, y del otro EE.UU. exige que Irán ofrezca garantías concretas de que no desarrollará capacidades nucleares con fines militares, incluyendo el monitoreo presencial de la AIEA y el desmantelamiento de nuevas instalaciones nucleares avanzadas.

TENSIONES Y OPORTUNIDADES

Mientras Irán y Estados Unidos miden sus posturas y negocian sus ventajas, la región de Medio Oriente observa con expectativa y preocupación.

Israel, el más firme opositor al programa nuclear iraní que intenta mantener una ventaja militar estratégica sobre Teherán, ha reiterado que no tolerará un Irán con capacidades nucleares militares.

El gobierno de Benjamín Netanyahu ha intensificado sus ejercicios militares conjuntos con EE.UU. y ha hecho públicas sus capacidades para atacar instalaciones nucleares iraníes si lo considera necesario, tensando la cuerda con la administración Trump que ha insistido en que esto sería contraproducente.

Es que esas amenazas del gobierno israelí son las que alimentan la desconfianza iraní en las conversaciones con EE.UU., pues el gobierno persa es consciente de la necesidad que tiene de ser militarmente competitivo frente a Tel-Aviv, al que Washington sigue dando apoyo militar, económico y diplomático incondicional.

Por su parte, Arabia Saudita, que ha mejorado la relación con Teherán desde el acuerdo de normalización facilitado por China en 2023, mantiene una postura ambivalente: desea una solución diplomática que reduzca tensiones, pero también ha comenzado a desarrollar capacidades nucleares civiles con ayuda china y paquistaní, lo que algunos analistas interpretan como una carrera tecnológica de disuasión regional.

Aunque en realidad, se trata del plan de desarrollo económico de los países del Golfo, al que Riyadh se viene sumando en los últimos años con desafíos como la construcción de urbanismos sostenibles en zonas desérticas y otros megaproyectos.

CHINA, RUSIA Y EUROPA

China y Rusia, aliados estratégicos de Teherán, han respaldado públicamente el derecho de Irán a desarrollar tecnología nuclear con fines pacíficos, pero también han llamado a una solución diplomática a la tensa relación con Washington.

Obviamente, ambos países ven en Irán un socio clave para sus proyectos bandera como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, además es un comprador confiable de armas para Rusia y un aliado diplomático clave para contrarrestar la hegemonía occidental en Medio Oriente y Asia Central.

De su lado, la Unión Europea ha mantenido su apoyo al JCPOA original, y países como Francia y Alemania han presionado para que se evite un colapso definitivo de las conversaciones. El mecanismo europeo INSTEX, creado para facilitar transacciones con Irán fuera del sistema SWIFT, ha sido reactivado en 2025 como posible herramienta de alivio económico limitado.

Francia incluso ha amenazado con invocar el mecanismo de resolución de disputas del Consejo de Seguridad de la ONU, llamado “snapback”, que reinstauraría automáticamente sanciones internacionales, en caso de que Irán no dé señales de cooperación.

Posturas que parecen contradictorias, pero que demuestran que la UE intenta presionar, de manera distinta, a ambas partes, pues la reactivación del INSTEX reduciría las herramientas de presión de EE.UU. hacia Irán, pero el “snapback” empeoraría la maltrecha economía persa.

CONSECUENCIAS ECONÓMICAS

Las sanciones estadounidenses han tenido un efecto devastador en la economía iraní: la inflación supera el 40%, el PIB no ha parado de caer desde hace casi 10 años, fuga de capitales y de cerebros, y un desempleo estructural que afecta especialmente a los jóvenes.

No obstante, Irán mantiene a flote su economía gracias a acuerdos bilaterales con China, India, Rusia y Venezuela, con los que comercia en monedas locales o a través de sistemas que no usan el sistema bancario estadounidense.

Washington, por su parte, sabe que una economía iraní colapsada puede empujar aún más al país hacia la radicalización. Por eso, algunos analistas proponen un esquema que lleve a descongelar parcialmente los activos iraníes retenidos en bancos occidentales, a cambio de un compromiso temporal de reducción del enriquecimiento de uranio por debajo del 20%.

Pero la administración Trump, en voz del propio Presidente, insiste en que lo único que aceptaría sería el desmantelamiento total del programa nuclear iraní, cosa que no parece viable y que está bien como punto de partida de la negociación, pero que parece impensable.

¿QUÉ ESTÁ EN JUEGO?

Además del riesgo de que Irán se radicalice en torno a su programa nuclear y persiga directamente la producción de armas atómicas, lo que está en juego es la estabilidad de una región donde confluyen rutas energéticas estratégicas, disputas religiosas, la supervivencia del estado de Israel, la competencia por influencia y la presencia de grandes potencias militares.

Por tanto, un fracaso en las conversaciones podría derivar en:

  • Una nueva ronda de ataques cibernéticos o militares encubiertos contra cualquiera de las facciones en disputa, es decir, EE.UU., Irán o Israel.
  • El colapso definitivo del JCPOA.
  • Una escalada entre Israel e Irán, con impacto en el Líbano, Siria, Irak y Yemen, un escenario que está parcialmente en desarrollo pero no se ha intensificado a los niveles más graves posibles.
  • Un aumento en los precios del petróleo y el gas, afectando mercados globales ya tensos por las guerras en Ucrania y Gaza.

A diferencia de 2015, hoy la posibilidad de un gran acuerdo global para limitar el programa nuclear de iraní parece lejana.

El realismo ha empujado a ambas partes a considerar acuerdos parciales, con mecanismos de verificación limitados pero funcionales, lo cual sí parece hoy factible, aunque la ventana de oportunidad se cierra poco a poco.

El liderazgo político de Estados Unidos e Irán y la presión diplomática internacional serán determinantes para evitar que el programa nuclear de la nación persa se convierta no solo en un desafío técnico, sino en un elemento que extreme aún más las tensiones con Israel, hasta llegar a punto de no retorno. Y todos sabemos que iniciar una guerra es fácil, lo difícil es detenerla, más aun en Medio Oriente.

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