Leópolis (Ucrania), 21 feb (EFE).- Una motivación elevada y el apoyo familiar siguen siendo claves para la resiliencia mientras el peligro constante y las heridas que cambian la vida amenazan la salud de los soldados ucranianos por lo que los psicólogos piden un apoyo más sistemático para que superen el trauma.

«Es muy difícil recuperarse psicológicamente de una lesión como esta», dice Anatoliy Stasiuk, un soldado de 36 años que se alistó como voluntario al principio de la invasión rusa hace ahora un año y al que le van a poner una prótesis.

Fue a principios de enero cuando pisó una mina antipersonas durante una misión cerca de Kreminna, en la región oriental de Lugansk. Fue salvado por sus compañeros, que le llevaron a un vehículo de evacuación que estaba a un kilómetro y medio, pero tuvieron que amputarle uno de sus pies.

Anatoliy buscó ayuda psicológica pero no encontró que los servicios ofrecidos por el Ejército le ayudaron lo suficiente. «No sé cómo hubiera salido sin mis compañeros, la familia y mi creencia en Dios», dice a EFE.

Hay un creciente reconocimiento entre los soldados y la sociedad de la importancia de la asistencia psicológica, subraya por su parte Ruslana Bezpalcha. Es psicoterapeuta y ha estado ayudando a soldados durante los últimos nueve años, trabajando con los heridos graves en hospitales y con los que están en el frente.

Cuenta a EFE que recibe «un número muy grande» de peticiones de ayuda de soldados que sufren crisis psicológicas agudas y agotamiento por la enorme presión, que mucha gente no está preparada para afrontar.

Los soldados sufren por tener que matar, defendiéndose de las «oleadas humanas» de Rusia, por múltiples traumas durante los bombardeos que pueden tener consecuencias muy peligrosas cuando afectan al cerebro, así como por ver morir a sus compañeros.

Los problemas psicológicos se pueden resolver a menudo de manera rápida antes de que se conviertan en crónicos y causen depresión o tentaciones suicidas si se ayuda a tiempo al soldado, Dice Bezpalcha.

Algunas veces, lo primero que necesitan es seguridad y cosas como alimento y ropa que les mantenga calientes.

Bezpalcha aclara que la mayor parte de los soldados siguen trabajando incluso en las difíciles condiciones actuales. Está convencida sin embargo de que todo soldado tiene que recibir un entrentamiento sistemático de autoayuda psicológica, basado en «información y estabilización», y practicarlo antes de entrar en combate.

«Igual que se les enseña a utilizar armas tienen que construir resiliencia para estar mejor preparados ante eventos chocantes en el frente», explica Bezpalcha.

Adaptarse a una vida pacífica también puede ser muy difícil porque las heridas que cambian la perspectiva personal o las diferentes experiencias entre las familias, separadas durante meses por la migración o la movilización.

«La gente cambia mucho en la guerra y a veces no tienen los recursos para ayudarse a adaptarse», dice Bezpalcha. Una gran parte de su trabajo consiste en enseñar a un soldado que esos cambios, incluidos los físicos, como perder una pierna, son «normales» y que serán aceptados por la sociedad.

Cuenta que, en contra de lo que se piensa, el número de situaciones de desórdenes postraumáticos no debería ser tan elevado porque los soldados saben que están librando una guerra «justa» al defender a su país y a sus familias.

«Los soldados tiene que saber que les respetamos y que no les estigmatizamos y que les agradecemos que nos defiendan», subraya Bezpalcha.

Pero eso puede ser difícil. «Todos vivimos con traumas y queremos escondernos de ellos. Pero debemos a quienes nos defienden no apartar la vista».

Afirma que las emociones reprimidas por los soldados a menudo se transforman en enfado cuando ven que la vida continúa «como antes» lejos del frente.

«Necesitan aceptar que la vida puede ser injusta y centrarse en actuar cuando, por ejemplo, ven casos de corrupción, para evitar caer en la desesperanza», agrega.

Recientemente salió a luz la complicada burocracia a la que tienen que enfrentarse los soldados heridos en Ucrania.

El abogado y veterano de guerra Masi Nayem, que perdió un ojo por la explosión de una mina el año pasado, ha lanzado una iniciativa pública para actualizar el anticuado mecanismo estatal. Según explica, sería una vía para que la sociedad mostrara respeto a sus defensores. EFE

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