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La revuelta de Abril, también conocida como la Revolución del 65, o simplemente como la Revolución de Abril, tuvo lugar entre el 24 de abril y el 3 de septiembre de 1965, en Santo Domingo.

El origen de esta revuelta fue el derrocamiento del  profesor Juan Bosch, el 25 de septiembre de 1963, así como la instauración del Triunvirato, lo que motivó que un grupo de militares al mando del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez se sublevaran contra Donald Reid Cabral, líder del gobierno de facto..

El sábado 24 de abril de 1965, los cuarteles militares “16 de agosto” y “27 de febrero” se sublevaron con el objetivo de restablecer el orden democrático  y finalmente derrocaron a Reid Cabral; en su lugar, fue juramentado como presidente interino, Rafael Molina Ureña.

No obstante, un contingente de aviones empezó a bombardear la capital indiscriminadamente matando hombres, mujeres y niños. Estos militares, encabezados por Elías Wessin Wessin, estaban radicalmente opuestos a que regresara Juan Bosch al poder.

Durante tres largos días hombres, mujeres y niños combatieron a las fuerzas de Wessin. Sin embargo, la victoria de este parecía inminente debido a la artillería pesada que poseía. Pero cuando todo parecía incierto, un coronel desconocido hasta ese momento emergió como líder de los constitucionalistas.

Aquel coronel era Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien ante la ausencia de Fernández Domínguez, quien se encontraba en Puerto Rico, azuzó a las masas para que estas se dirigieran al puente Duarte para tronchar el camino a las tropas de Wessin que se movilizaban hacia la capital.

De inmediato, Caamaño Deñó se convirtió en el líder de la Revolución de abril, y fue nombrado presidente constitucional, debido a que Juan Bosch, que también se encontraba en el exilio en Puerto Rico, delegó sus poderes al coronel.

El 28 de abril del mismo año, cuando la revuelta se había convertido en una victoria popular, el presidente de los EE.UU., Lyndon B. Johnson, declaró en un discurso que: “Estados Unidos de Norteamérica no permitirá que un Estado comunista se posicione en el hemisferio occidental, evitaremos a toda costa que República Dominicana se convierta en una segunda Cuba”, y con el pretexto de proteger ciudadanos norteamericanos residentes en el país, 42,000 soldados e infantes, y una flota de más de 40 buques de guerra fueron enviados al país para intervenirlo.

Además, la imposición de un gobierno paralelo que respondía a los intereses norteamericanos, liderado por Antonio Imbert Barrera, agudizaron la matanza de dominicanos por las escaramuzas que se extendieron hasta septiembre.

Una de las muertes más significativas fue la del coronel Fernández Domínguez, quien regresó al país para combatir a la causa y caería acribillado el 19 de mayo de ese año  por las tropas invasoras en momento en que intentaba tomar el Palacio Nacional.

La guerra terminaría con la firma del Acta Institucional auspiciada por la OEA, entre Imbert Barrera y Francisco Alberto Caamaño Deñó para alcanzar la paz y el entendimiento, tomando juramento el 3 de septiembre como nuevo presidente interino, Héctor García Godoy, poniendo fin a la revuelta que hubiera iniciado el 24 de abril de 1965.

 

 

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