Está claro el valor inmensurable que tiene este animalito en peligro debido a la explotación y consumo de su carne

Desde el patio de su casa que está sembrado de cacao y la tierra es húmeda y rojiza, está don Ramón Muñoz Polanco, alias “Cacata”, junto a su burrito Juanico, en la comunidad Peralvillo, Yamasá, en la provincia Monte Plata.

Con precisión lo sujeta y le habla mientras lo desata de una mata de carambolas para posteriormente montarlo y tomar rumbo hacia una loma cercana, donde sembrará todo tipo de frutas y víveres.

El señor de 73 años de edad tiene muy claro el valor inmensurable que tiene este animalito que está en peligro de extinción en el país y el mundo, debido a la explotación a las que han sido sometidos a través del tiempo, así como al consumo de su carne de una forma descontrolada.

Don Ramón expresó su amor y respeto por este borrico, que ya lleva con él ocho años, y donde anteriormente tenía otro, del que cuenta que murió de vejez.

Al conversar sobre su disposición de venderlo debido al valor que tiene por su escasez en el mercado y en las tierras dominicanas, se opuso de forma rotunda y categórica.

“Yo no lo vendo por nada del mundo… A mí me han ofrecido mucho dinero y yo ahí mismo digo que no, porque ya son muchos los años domesticando a Juanico”, expresó a elCaribe.

Dijo que siempre cuida a este equino y lo alimenta como si fuera un hijo, al igual que todos los animales que tiene en su casa, desde perros hasta gallinas.

Reveló que cada vez que sube hacia las colinas, un grupo de cachorros de su propiedad suelen acompañarlos en el viaje, ya que se llevan muy bien con Juanico.

Los que también conservan a los descendientes

Son muchos los monteplateños, así como los yamasenses, que utilizan como medio de transporte entre esas fértiles tierras, tanto a caballos como a mulos.

Este último que es descendiente de los burros, ya que surgen del cruce entre una yegua y un burro, suelen ser usados por los hombres que trabajan en el campo, para desplazarse entre aquellos caminos que no han sido asfaltado y que están rodeados de zonas boscosas o cultivadas.

Tal es el caso, de Amalio José Heredia de los Santos, quien es dueño de una mula de tres años de edad, de nombre “Paloma”.
Heredia de los Santos explicó que compró esta mula hace cuatro años y pagó por ella unos siete mil pesos.

Dijo que se dedica también a la siembra de cacao en unos terrenos que posee en esa demarcación y que siempre realiza esas labores de cultivo junto a sus hijos y nietos, porque es como una “herencia familiar”, ya que su bisabuelo le enseñó a trabajar la tierra.

“Si hablas con mis hijos y algunos de mis nietos sabrás que tienen mucho conocimiento de los burros, mulas y mulos porque yo le he enseñado todo lo que sé del trabajo en la tierra, pero ellos también saben de cultivo y cosecha”, dijo el señor.

Falta actualizar censo agropecuario

La República Dominicana actualmente no cuenta con cifras actualizadas en cuanto a la cantidad de burros, así como sus descendientes, que habitan en este lado de la isla.

Uno de los informes a los que se recurre, es al censo agropecuario. No obstante, el último data al año 1980, es decir, no se tienen cifras concretas de lo que corresponde a este sector desde hace cuatro décadas.

Sin embargo, para el 2015, la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), dio a conocer el Informe final de resultados Pre censo Nacional Agropecuario correspondiente a esa fecha, aunque no con la envergadura que supone el recuento oficial.

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