Un protocolo del Ministerio de Salud establece cómo abordar a las pacientes que llegan con signos de maltratoDe acuerdo con el Sistema de Indicadores de Género de la Oficina Nacional de Estadística (ONE), el 34.6% de mujeres de 15 a 49 años alguna vez casada o unida han experimentado alguna forma de violencia en su relación de pareja o matrimonio.

Los datos están basados en la última edición de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (Endesa) del 2013, en la cual el 19.4% de las encuestadas dijo haber experimentado violencia física; el 30.5% violencia emocional y un 5.4% violencia sexual dentro de la relación.

Decenas de estos casos de maltrato físico y psicológico en el ámbito familiar llegan a diario a las emergencias hospitalarias.

Aunque muchas hablan claramente de lo sucedido con el personal médico y asistencial, otras deciden ocultar las verdaderas causas de los moretones y traumas en sus cuerpos.

“Hay algunos casos que ellas dicen que han sufrido una caída, pero si existe la sospecha de que no se trató de un accidente, tenemos que reportarlo a una plataforma de emergencia del Servicio Regional de Salud. Nos han hecho mucho hincapié en el Servicio Nacional de Salud (SNS) de esos casos porque puede ser que la víctima diga en ese momento que no fue el esposo y sea así”, afirma la directora del hospital docente Padre Billini, Ruth Esther Araújo.

A muchos agresores no los detiene ni siquiera el hecho de que sus compañeras sentimentales estén en estado de gestación. La directora de la Maternidad La Altagracia, Joselyn Sánchez Parra, estimó que el año pasado alrededor del 10% de las emergencias atendidas correspondió a mujeres embarazadas que se presentaron con señales de maltrato físico o psicológico.

La doctora explica que muchas de estas mujeres presentan, además de golpes físicos, señales de depresión, pre y post parto, por el rechazo de sus parejas y la negación de la paternidad.

Otras han sufrido complicaciones por negligencia de sus maridos al no llevarlas a tiempo a recibir atenciones médicas.

Afirma que en ocasiones, luego del parto, algunos abusadores han ido hasta la Maternidad con intenciones de maltratar a sus parejas.

En el caso del hospital Padre Billini, la doctora Araújo explica que las lesiones más frecuentes son moretones, abultamientos o inflamaciones y violaciones sexuales.

En ambos centros cuentan con un personal médico y de psicología sensibilizado, que presta apoyo a las mujeres víctimas de maltrato. En el Padre Billini, existe un equipo compuesto por una psicóloga, una abogada, un médico legista y once terapistas de familia. Asimismo, hay coordinación interinstitucional con los Ministerios Público y de la Mujer para tramitar las denuncias.

Un protocolo de salud paralos casos de violencia intrafamiliar
Desde el año 2010, el Ministerio de Salud Pública cuenta con una “Guía y un protocolo para la atención integral en salud de la violencia intrafamiliar y de la mujer”, de uso obligatorio en todo el Sistema Nacional de Salud por parte de todos los que intervienen en el abordaje de las personas afectadas por la violencia, “un problema de salud pública preocupante”, según afirmó el entonces ministro de Salud, Bautista Rojas Gómez.

De acuerdo a la disposición ministerial número 0000042, emitida el 3 de diciembre del 2010, en los servicios de salud debe evidenciarse este tipo de violencia con la idea de mejorar la calidad de la atención y facilitar que el personal de salud aplique los criterios técnicos y administrativos adecuados.

Por mandato de la Ley General de Salud (42-01), los proveedores tienen la responsabilidad de ofrecer atención humanizada y con calidad a las víctimas de violencia intrafamiliar, la cual debe ser ofertada en los tres niveles de atención del Sistema Nacional de Salud, mediante los ejes de promoción, prevención, detección, registro y atención a las personas afectadas, según establecen las Normas Nacionales de Atención a la Violencia Intrafamiliar y Contra la Mujer.

Factores de riesgo

De acuerdo con la Guía, los factores que ponen a las mujeres en riesgo de sufrir violencia intrafamiliar tienen que ver con antecedentes de violencia en la familia de origen; sumisión y dependencia, mujeres muy jóvenes en relaciones de pareja en convivencia, baja autoestima, problemas de salud mental, control del patrimonio familiar por parte del hombre, el embarazo, entre otros.

El documento resalta que la violencia en mujeres embarazadas incrementa la morbimortalidad materna, pues incide en el retraso de la asistencia prenatal, dificultando la detección oportuna de posibles complicaciones.

Los maltratos frecuentes pueden conducir a intentos de suicidios y/o homicidio; son causantes de abortos y/o partos prematuros y de niños y niñas con bajo peso al nacer y pueden generar en la madre rechazo al niño luego del nacimiento, lo cual conduce a un manejo y cuidado deficientes que pone en riesgo al niño de sufrir abandono, enfermedad e incluso la muerte.

Más allá de la denuncia y la curación

La atención integral a las personas afectadas por la violencia intrafamiliar implica una intervención que va más allá de la denuncia o recuperación de la lesión física, para convertirse en una serie de acciones intersectoriales que contribuyan a garantizar la seguridad física, emocional y económica que posibilite a la víctima romper el ciclo de la violencia.

De acuerdo con esta normativa, los hospitales están llamados a colocar en lugares visibles y con lenguaje sencillo (sala de espera, consultorios y emergencia, entre otros) mensajes con la oferta de atención a la violencia. También deben realizar actividades para la educación en la salud de los temas vinculados a la violencia y distribuir materiales educativos relacionados con este tema.

Deben crearse espacios de reflexión y autocuidado para el personal de salud que aborda los casos de violencia y sesiones educativas para reflexionar sobre la equidad de género, la nueva masculinidad, derechos sexuales y reproductivos, patrones de conductas y de crianza no violentas, resolución pacífica de conflictos, autoestima, entre otros tópicos.

Médicos deben reportar casos de violencia

El personal de salud debe registrar en los expedientes la situación de violencia detectada, a fin de que el diagnóstico sea considerado en las estadísticas de salud. Asimismo, incluir en el registro diario de consulta la cantidad de casos, a fin de orientar la toma de decisiones. Los proveedores de salud deberán coordinar el referimiento de la paciente a servicios de tipo legal y de apoyo a víctimas de violencia, en las fiscalías, el Tribunal de Niños, Niñas y Adolescentes, en caso de ser menores, el Ministerio de la Mujer, casas de acogida y ONG’s.

Signos de violencia física y psicológica

Durante el examen físico, el personal de salud deberá verificar posibles signos de violencia, como marca de pellizcos, contusiones y quemaduras por cigarrillo; fracturas o retorceduras de brazos y piernas, problemas crónicos de salud (cefaleas, dolores de espalda); lesiones en los genitales, infecciones de transmisión sexual, amenaza de aborto, aborto y partos prematuros. La usuaria debe ser vista a solas, garantizando la privacidad y confidencialidad en un clima que facilite la comunicación y la expresión de sentimientos; el médico debe abordar directamente el tema de violencia y sus consecuencias.

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