El embarazo adolescente está íntimamente ligado a la pobreza y multiplica las probabilidades de partos prematuros y malformaciones congénitas que podrían desencadenar en la muerte, tanto de la madre como del bebé.

Según el Servicio Nacional de Salud (SNS), alrededor del 15% de las muertes maternas corresponden a adolescentes.

Al tratarse, en su mayoría, de embarazos no planificados, también se incrementan las posibilidades de abortos clandestinos e infecciones de transmisión sexual, que arrastran a la menor a lo que la doctora Indiana Barinas, asistente técnica del Ministerio de Salud Pública, califica como una “trilogía perversa”, compuesta por una unión temprana, generalmente con una pareja mucho mayor, marcada por la violencia y la vulneración de sus derechos.

La experta deplora que el sistema gaste 23 veces más en atención que en prevención de los males de salud.

Al desvelar los datos oficiales en el Foro Nacional para la prevención del embarazo adolescente, el viceministro de Salud, Héctor Quezada, destacó que el 22% de las mujeres entre 12 y 19 años han estado embarazadas, lo cual tiene impactos negativos sobre el desarrollo humano, constituyéndose en un reproductor de la pobreza, y siendo esta tasa, 34% más alta que en el promedio de la región.

“Es importante que las familias no eduquen a las niñas para conseguir marido, que las mamás eduquen a esas niñas para ser buenas profesionales, buenas personas y para ser independientes económica y emocionalmente y después, encontrar marido”, exhortó la representante de Unicef en el país, Rosa Elcarte.

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