Lima. Lejos, y puede que aún más lejos todavía. Así queda ayer la opción de que la oposición destituya al presidente de Perú, Martín Vizcarra, después de que los impulsores de la iniciativa se toparan con mucho menos respaldo del que creían y cometieran graves torpezas que parecen condenarlos al fracaso.

Si bien lo que suceda en el juicio político abierto a Vizcarra en el Congreso aún está rodeado de incertidumbres, lo cierto es que la situación pinta cada vez más favorable para el presidente y peor, mucho peor, para quienes sostienen vehementemente su expulsión del poder. Ni la opinión pública se ha sumado a la “indignación nacional” que supuestamente iba a generar unos audios que comprometen a Vizcarra en un caso menor de presunta corrupción que investiga el Congreso, ni la mayoría de fuerzas políticas parecen apostar por el paso dramático de descabezar al Estado en este contexto de crisis sanitaria y económica causadas por el COVID-19.

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