La Junta Central Electoral (JCE) venía organizando las votaciones del 20 de mayo de este año sin contratiempo, hasta que desde sus entrañas surgió un conflicto de poder entre dos funcionarios que no se gustaban y que gobernaban de manera compartida el Centro de Cómputos, el departamento que muchos ven como el cerebro de las elecciones, y donde, de acuerdo con ese punto de vista, se gana y se pierde.
La verdad es que en el histórico de la JCE, el Centro de Cómputos ha sido objeto de atención, desde los listados dislocados, las exclusiones y los muertos que votan. De ese pasado, se entiende que ya no queda nada.
Pero el actual director de Cómputos es una espina en el corazón del opositor Partido Revolucionario Dominicano (PRD), y en particular, de su candidato presidencial. La JCE ha hecho lo imposible por manejar la situación desde una perspectiva institucional, pero es muy difícil si una decisión definitiva no toma en cuenta a los actores políticos.
De ahí la mediación del obispo Agripino Núñez Collado, que ha tratado de buscar soluciones consensuadas.
Ahora se ha producido un nuevo ruido en torno a la JCE, sobre el partido que debe ocupar la posición número uno en la boleta. La práctica ha sido que la organización más votada en la elección inmediatamente anterior se queda con el número uno. ¿Qué tan importante podría ser para los competidores esta cuestión? Sólo la competencia apasionada o empedernida y una percepción muy pobre del electorado permitiría concluir que el número uno o el número dos en la boleta sería decisivo en unas votaciones.
Lo importante es que la JCE se enfoque en una buena organización de los comicios y en la solución de situaciones potencialmente conflictivas. Desde esa perspectiva, sugerimos que la JCE honre generosamente, sin debates, la tradición, y asigne al PRD el número uno en la boleta. Asimismo, que la JCE se asocie, sin renunciar a su rol institucional, al diálogo con Núñez Collado. Y que continúe la campaña, sin más resquemores ni ruidos. l
