El 2011: cambios en el mundo y Latinoamérica

En 2011 se han suscitado acontecimientos decisivos que marcarán diferencias en el constante devenir de las sociedades actuales y en las iniciativas y comportamientos de los principales actores y creadores de políticas comunes a nivel global.

En 2011 se han suscitado acontecimientos decisivos que marcarán diferencias en el constante devenir de las sociedades actuales y en las iniciativas y comportamientos de los principales actores y creadores de políticas comunes a nivel global. Nuevas realidades presagian el surgimiento de nuevos paradigmas, en el mundo de la política y la economía.El 1 de enero del 2011, Dilma Rousseff, primera mujer que asume como presidenta en la emergente potencia económica de América Latina y séptima economía del planeta, Brasil, tomó posesión de su cargo.

Cinco países de la zona realizaron sus comicios a nivel presidencial, en medio, algunos como Nicaragua y Haití, de problemas internos importantes; en el primero, con unos comicios plagados de alegatos referentes a vicios de legitimidad y denuncias de fraude, Daniel Ortega, repite para un nuevo período, y, en el otro, en medio de un ambiente de tensión, incertidumbre y desesperanza, se coronó con la victoria electoral en segunda vuelta, Michel Martelly, cantante haitiano devenido en político y que ha tenido sobre sus hombros con muy pocos resultados, la ardua tarea de reconstrucción de Haití, luego de que fuera devastado por un terremoto que cobró la vida de 220,000 personas y dejó sin techo a 1.5 millones de ciudadanos.

Guatemala y Perú celebraron elecciones presidenciales también, y resultó electo el ex general Otto Pérez Molina y el nacionalista Ollanta Humala, respectivamente. Argentina, por su parte, ratificó en las urnas a Cristina Fernández de Kirchner para un nuevo período presidencial.

Estos procesos electorales se producen en un escenario para AL de crecimiento económico importante, matizado por la creciente inseguridad en los países y dejando como resultado una conformación heterogénea pero moderada en términos políticos, de suerte que no son las tendencias ideológicas lo más manifiesto, sino la propensión a enriquecer con cada certamen la democracia y la participación.

Es la primera ocasión en América Latina en que confluyen tres mujeres al frente del poder ejecutivo en sus respectivos países: Dilma Rousseff, en Brasil; Cristina Fernández de Kirchner, en Argentina, y Laura Chinchilla, en Costa Rica.
El 2011 también será tristemente recordado por las catástrofes naturales y los atentados indiscriminados que en distintos lugares del globo dejaron una estela de muerte y de dolor. El 11 de marzo, por ejemplo, el mundo asistió con horror a aquellas escenas que parecían extraídas de un filme apocalíptico; el mar cobraba vida y cual manto gris que esparcía muerte y desolación, avanzaba impasible y aterrador sobre áreas pobladas en el norte de Japón, dejando un saldo de 15 mil 863 personas muertas, 3 mil 650 desaparecidos y 5 mil 948 heridos, sin contar los daños colaterales que la posterior explosión en la Central Nuclear Dai-Ichi de Fukushima provocaría.

Otros sucesos tristes también dignos de mención fueron el paso del huracán Irene por once estados de la Costa Este de los Estados Unidos, produciendo pérdidas millonarias y la muerte de 40 personas, así como miles de damnificados; los dos terremotos de Lorca en España, que produjeron la muerte de nueve personas y la evacuación de más de 20,000, además de cuantiosos daños materiales; las torrenciales lluvias caídas en octubre en Costa Rica que produjeron la catástrofe humanitaria de Centroamérica de otoño del 2011 con más de 80,000 personas damnificadas; y, en ese mismo mes de octubre, el terremoto de 7.2 grados en la escala de Richter que devastaba la ciudad de Van, Turquía, cobrándose la vida de 726 víctimas y más de 1,100 personas desaparecidas.

Todos estos terribles fenómenos obedecían sólo a las fuerzas bestiales e incontrolables de la naturaleza. Sin embargo, este año que termina también fue testigo de la irracional, perversa y criminal actuación de hombres que bajo el influjo de excesos fundamentalistas y corta conciencia sobre el valor de la vida de los seres humanos, provocaron la muerte indiscriminada de decenas de personas, primero en Minsk, Bielorrusia, y luego en el Centro Gubernamental de Oslo, en Noruega, en sendos ataques con armas y explosivos.

Muchos contarán, además, a sus hijos, la experiencia de ver en televisión cómo desde una habitación de la Casa Blanca, un grupo de personas, entre ellas el presidente, vicepresidente y secretaria de Estado norteamericanos, dirigían el operativo para matar a Osama Bin Laden.

El 2 de mayo el presidente norteamericano, Barak Obama, anunció la muerte del líder de Al Qaeda, luego de 10 años de persecución y de utilización fallida de diversas estrategias de búsqueda.

Con la muerte de Bin Laden se cierra en este año una historia que para los Estados Unidos resultaba vergonzosa, toda vez que había sido con sus recursos que aquel fundamentalista desgarbado, casi anciano y al parecer con el brazo derecho inutilizable, se había formado como punta de lanza estadounidense en contra la invasión soviética en Afganistán y que ahora se escabullía constantemente en las propias narices de los marines americanos y de los agentes de la CIA.

Muchas cosas interesantes pasaron en este año 2011 y es preciso hacer mención de un pequeño libro (tan solo treinta y dos páginas) “Indignez Vous” o “Indignaos!” escrito por el diplomático francés, Stephane Hessel, excombatiente de la resistencia, que vivió en carne propia los ultrajes de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y que, además, fue corredactor de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948.

Este pequeño libro se convertiría, quizás sin imaginarlo su autor, en el germen ideológico y conceptual que provocaría las más multitudinarias concentraciones escenificadas en España, Londres, Túnez, Egipto, Canadá, Chile, Colombia y Estados Unidos. Entre otras cosas, y como parte de un cambio en las relaciones cotidianas Estado-población, y por qué no, como elemento de variaciones paradigmáticas, exigían un cambio en el manejo de las políticas públicas, la creación de medidas contra la voracidad del capitalismo, mejoras en las políticas de creación de empleos, iniciativas básicas de educación pública gratuita, entre otras cosas. Estos movimientos adoptaron nomenclaturas diversas: “Indignados”, “Democracia Ya”, “Movimiento Estudiantil”, “Occupy Wall Street” entre otros.

Como consecuencia de estas iniciativas se esparció por el Medio Oriente una ola de protestas y rebeliones contra gobernantes despóticos y/o monárquicos dando como resultado que en Túnez, luego de 24 años de gobierno, Zine El Abidine Ben Ali tuviera que abandonar del poder y huir de su país. Lo propio ocurriría en Egipto, en el que más de un millón de jóvenes protestaron en la plaza Tahrir, el presidente Hosni Mubarak decidió entregar el mando, luego de 30 años en el poder, y, en Yemen, el presidente Alí Abdulá Salé, dimitió para poner fin a las protestas antigubernamentales en su contra.

Muamar Gadafi, depuesto y fusilado

Muamar Gadafi, quien estuvo en el poder durante 42 años, resultó depuesto y fusilado, sin que se le reconociera su condición de ser humano.

Las potencias occidentales impusieron allí, parapetadas en las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y bajo el brazo armado de la OTAN, el paradigma de la “democracia occidental” cual cruzada sacra de los tiempos medievales.

Y dejaron para el morbo público la saciedad de la sed irrefrenable del salvajismo, presente en lo más recóndito del hombre y solo satisfecho cuando se esparce despiadadamente sobre el hombre mismo. (…)

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