Aguaceros pusieron de rodillas al agro y pararon el crecimiento

La agricultura dominicana transitó cómodamente en los primeros meses del año, especialmente con un camino despejado de las amenazas de la sequía que había azotado el territorio nacional en 2015.

La agricultura dominicana transitó cómodamente en los primeros meses del año, especialmente con un camino despejado de las amenazas de la sequía que había azotado el territorio nacional en 2015. De hecho, los números del Banco Central dejaban claramente establecido que, junto a otros renglones, la agricultura le había dado un impulso al sector agropecuario del 1.9%, en el primer trimestre (enero-marzo) del año en curso. Y así fue hasta entrado el último tramo de 2016.

A la situación favorable del clima se sumó un conjunto de acciones y programas que ejecutó el Estado a través de diversas agencias, incluidas el Ministerio de Agricultura y el Instituto Agrario Dominicano (IAD), en procura de blindar cualquier amenaza que pudiera surgir y que pusiera en riesgo la seguridad alimentaria dominicana. Pero contra la naturaleza no es fácil luchar y lo que ocurrió, sobre todo entre finales de noviembre e inicios de diciembre, logró poner “de rodillas” la producción de diversos rubros que marchaba sin contratiempo, entre ellos el banano y los vegetales en diversas regiones del país.

En algunos de los primeros meses del año se produjeron aguaceros, pero ninguno alcanzó la categoría de “perjudiciales”, como en el caso de los más recientes. Incluso, esas lluvias llegaron a ser catalogadas como “una bendición para la agricultura” por algunos funcionarios del ramo. En abril, por ejemplo, se produjo una granizada que afectó plantaciones de papa y lechuga en Tireo-Constanza. Y en mayo el ministro de Agricultura, Ángel Estévez, aseguró que las lluvias de ese momento contribuirían a que este año haya un incremento significativo en la producción de los diferentes rubros y pronosticó que ese aumento de la oferta se traduciría en un abaratamiento de los precios. Así iban las cosas hasta que algunos fenómenos atmosféricos como el huracán Matthew, sumados, por ejemplo, a la tormenta tropical Otto, comenzaron a cambiar el curso de los acontecimientos.

Rubros importantes, como el arroz, considerado un “artículo bandera” en la canasta alimenticia, corrieron con mejor suerte que otros, porque en este caso las lluvias llegaron cuando toda la producción de la primera etapa se había recogido y de la segunda la mayor parte (el 95% según el Ministerio de Agricultura). Por ejemplo, en el Bajo Yuna, donde los torrenciales aguaceros afectaron grandes extensiones (en general, incluyendo viviendas) antes de las lluvias se había cortado la mayoría del arroz y solo quedaban en pie cinco o seis mil tareas.

En la provincia Espaillat, hasta el día 2 de enero, de plátano estaban afectadas unas 40,772 tareas, de las cuales 670 se dañaron en su totalidad. De yuca habían sido afectadas 16,899 tareas de las cuales 1,743 no vivieron más y de maíz se afectaron unas 200 tareas, de las cuales 106 murieron, según datos ofrecidos para entonces por la gerencia del Ministerio de Agricultura de Moca.

Y en la Línea Noroeste, la Asociación de Exportadores de Banano de Montecristi, (Asexbam), calculó que hubo unas 112,000 tareas afectadas, o quizás más. Los daños a la producción bananera de las provincias Montecristi y Valverde se estimaron (según el corte realizado al 3 de diciembre) en 3,000 millones de pesos. La Asociación Dominicana de productores de Banano (Adobanano) calculó -por otro lado- que en el noroeste, en general, los daños al sector bananero ascendieron a 4,000 millones de pesos y que las tareas afectadas por las riadas sumaron 173 mil, según Elso Jáquez, expresidente de la organización. Si todas las tareas afectadas hubiese que sembrarlas de nuevo, habría que calcular un costo de 30 mil pesos por cada una, de acuerdo con cifras que manejan Ángel Rosario Viñas, propietario de Finca Juliana, y el ingeniero agrónomo Fabio Toribio, el gerente.

Las inundaciones que golpearon la agricultura dominicana este año se dieron, por ejemplo, en algunas áreas del denominado “triángulo central del Cibao” (Hermanas Mirabal, Licey al Medio-Moca y La Vega ) donde se produce el 70% de la producción de plátano del país. El restante 30% de los plátanos se produce entre Barahona (desde Canoa, Jaquimeyes y Vicente Noble, donde las lluvias fueron inferiores) y la Línea Noroeste.

Un tipo de producción que resultó afectado, especialmente en La Vega en 2016, fue el de vegetales orientales. Se llaman así porque son originarios de China, India, Japón y otras zonas de Oriente. Se cultivan con facilidad, para luego venderse a los emigrantes asiáticos que habitan en EE.UU, Europa y otros países de Occidente. Entre los vegetales orientales cultivados figuran berenjenas, vainitas, ajíes, orégano hindú, jengibre, cundeamor, musú y tindora. En gran manera, su vocación es exportadora.

En el caso del valle de San Juan, contrario a lo que ocurrió en la zona del Cibao, las lluvias crearon las bases para el inicio de la siembra de habichuela que finalmente se cultivará en 2017. Mientras, desde San José de Ocoa, donde se produce cerca del 33% de los vegetales del país (la mayoría en invernadero) no se reportaron daños que pudieran poner en peligro el abasto de ají pimiento, morrón, tomate u otro tipo de cultivo.

Una noticia importante para los agricultores y exportadores locales fue que Estados Unidos anunciara en enero de este año que permitirá la entrada a su territorio de frutas y vegetales dominicanos, cultivados en lugares donde no fue detectada en 2015 la presencia de la Mosca del Mediterráneo.

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