Alcaparras en Neiba

Este titular da la impresión de que el comercio neibero está  ofertando alcaparras a sus clientes para que abaraten los costos,  al momento de usar este ingrediente en sus sazones, a la hora de preparar sus alimentos. Pero no es así… es que…

Este titular da la impresión de que el comercio neibero está  ofertando alcaparras a sus clientes para que abaraten los costos,  al momento de usar este ingrediente en sus sazones, a la hora de preparar sus alimentos. Pero no es así… es que Neiba, en la provincia Baoruco, podría convertirse en una potencia en el cultivo de este producto. Todo ha  venido de la mano de la pastora Sobeida Ferreras, una incansable dama que preside la Fundación Operación para Bendición –FUNOBE- y que ha hecho suyo el dicho  de que con su fe milagrosa, “Jesús sacó miel de las piedras”. Ese fervor cristiano, sumado al calor de la cultura sureña la motivó a invitar a  Manuel Rodríguez Lara y su hijo Manuel Rodríguez Viña, los únicos con una plantación de alcaparras en República Dominicana, a que visiten Neiba. Ellos debieron recorrer 500 kilómetros, desde Montecristi, a Neiba, para explicar a cerca de 100 productores agrícolas, los enormes potenciales de esta zona para la producción de alcaparras y los beneficios satisfactorios que podría generar.
El entusiasmo que generó esa visita está latente. Sus palabras fueron impactantes. “Una planta de alcaparra produce en promedio unos 15 kilos de este producto. Vendido  a precio de 1 dólar el kilo, y sabiendo que en 6.5 tareas se siembran mil matas y unas 1,500 en 10 tareas, generan entradas brutas de 480 mil y 900 mil pesos al año, respectivamente”, explicaron.
Y lean esto,  el cultivo de alcaparra se adapta en suelos áridos, sueltos, pedregosos y climas templados como los existentes en el valle de Neiba. Crece 60 centímetros de altura y la raíz puede llegar a una profundidad de 10 metros. A los tres meses, la planta comienza a dar sus primeros frutos, alcanzando una producción máxima al quinto año. Es perenne como las que más, con una vida útil entre 50 y 80 años. Con estas explicaciones pareciera que el “Gran Maná” ha bajado del cielo y qué mejor lugar que Neiba para derramar sus bendiciones. Sólo que los potenciales productores no tienen los recursos económicos, tierra, hombres y mujeres hay de más, para iniciar la siembra de este cultivo. Su esperanza depende del financiamiento  gubernamental a través del Fondo Espacial para el Desarrollo Agropecuario (FEDA) y como diría Cantinflas: “…Y ahí que está el detalle”. l

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