“Hasta tú, Brutus”. Posiblemente algo parecido pensó Miguel Vargas al enterarse de que Radhamés González propone una alianza electoral entre el PRD y el PRM para las elecciones del 2016. Vargas no puede estar muy contento, no por la propuesta, sino por quién la hace. González es, todavía, el vocero de los diputados del PRD institucional, o sea, del único PRD que existe actualmente, ya que los disidentes han formado tienda aparte, o al menos están en esos aprestos. Aunque algunos medios difundieron, erróneamente, que él había renunciado a su condición, realmente no fue así. Decidió no optar por un nuevo período. Algo así como lo que hizo en el Senado Reinaldo Pared Pérez. Es decir, que González sigue siendo el vocero de los que se quedaron, y hasta prueba en contrario, es un auténtico miguelista. Tanto como Ruddy, su tocayo de apellido, quien fue su antecesor y ahora también su sucesor.
No solo son los “ni-ni”
Dirigentes como Eduardo Sanz Lovatón y Orlando Jorge Mera han planteado públicamente la alianza PRD-PRM, una especie de “matrimonio después del divorcio”. Como se ve, lo nuevo es que la propuesta la haya asumido una figura cercana a Miguel. La idea, al parecer, tiene más apoyo de lo que se percibe a simple vista. Y las razones son sencillas, y comprensibles. Los que aspiran a cargos electivos saben que el asunto se les pone más lejos con la división del PRD y el nacimiento del PRM. Si cada partido va por su lado, como hasta ahora luce, el mercado electoral perredeísta se fragmenta. Los perredeístas de cada demarcación son los mismos, pero votarán por el PRD o el PRM, de acuerdo a sus afectos o desafectos. Para un candidato, un proyecto factible se convertiría en difícil, y uno difícil en imposible. Todo eso se entiende. El problema es que la separación es muy reciente. Tanto, que el proceso no se ha completado. Para que haya acuerdo, se debe dar en un ambiente de paz, y la guerra aún no termina…