La antorcha que quema

Recientes actuaciones del expresidente Leonel Fernández resaltan dos aspectos de su personalidad: su falsa modestia y su incapacidad para administrar sus enconos. Comenzó con dos sorprendentes artículos sobre el liderazgo que él redujo a la capacidad&

Recientes actuaciones del expresidente Leonel Fernández resaltan dos aspectos de su personalidad: su falsa modestia y su incapacidad para administrar sus enconos. Comenzó con dos sorprendentes artículos sobre el liderazgo que él redujo a la capacidad de un gobernante para repartir dinero ajeno, del Estado, en “sobrecitos”, interpretándose, no habiendo otra lectura posible, como un intento de desvalorización del creciente liderazgo de su sucesor. Luego vino un tercero comparándose con Moisés —seguro habrá leído “El papel del individuo en la historia”, de Plejanov, siendo el primero y probablemente el único dirigente de esta parte del mundo que se iguale a sí mismo con el personaje bíblico que condujo en larga peregrinación al pueblo judío a la tierra prometida.

En un cuarto artículo se atribuyó el “mérito” de haber encontrado siendo muy joven una contradicción o error en “Cien años de soledad”, la obra cumbre del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, hecho que según Fernández llamó de tal modo la atención de Juan Bosch, presente en la tertulia en la que habría ocurrido el hecho, que le abrió años después el camino a la presidencia de la República. Días después, obviamente con su previo conocimiento, su jefe de prensa publicó un artículo en Diario Libre, en el que sugiere un paralelismo entre el presidente del PLD y Jesucristo, en una mordaz crítica a Temístocles Montás, un débil contrincante a la candidatura presidencial que él y su gente entienden que le pertenece mientras vida tenga.

La confrontación que el señor Fernández se ha encargado de sacar a la superficie subió de tonalidad con un discurso en el que claramente advierte al presidente Medina del peligro que correría si intentara quitarle la “antorcha” al líder que le llevó a la presidencia; pira más que antorcha, con la que cree se alumbra al país, a pesar de los apagones que le dejó en herencia.

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