El Apartheid después de Mandela

Nunca Barach Obama habría llegado a la Presidencia de los Estados Unidos, sin las luchas de sus antecesores.

Nunca Barach Obama habría llegado a la Presidencia de los Estados Unidos, sin las luchas de sus antecesores. Sin lugar a dudas, Abraham Lincoln, Martín Luther King Jr., Malcom X y Nelson Mandela allanaron el camino. Luego de la Guerra Civil de los ciudadanos del norte contra los del sur, en (1861-1865), Estados Unidos recuperó la paz y la tranquilidad social perdidas. Tras la marcha de  los 200,000 afroamericanos  a Washington en agosto de 1963, con el Dr. King Jr. a la cabeza, la conquista de los derechos civiles  mediante leyes aprobadas por el Congreso de Estados Unidos en 1964, dio el salto histórico más grande del siglo XX. Malcom X, con sus luchas por imponer el “black power” en las calles de Harlem, igualmente produjo sus aportes y contribuciones a la lucha contra el racismo.

Sin restarle méritos a los demás heroes de la lucha anti-apartheid, hay que resaltar como el ejemplo más extraordinario el papel de Nelson  Mandela. Ejemplo de sacrificio personal, carácter, valores y principios. Encarcelado y condenado a cadena perpetua, Mandela deja un legado histórico sin precedentes. Es el prototipo de líder visionario que tras 27 años encarcelado, sale en libertad –con la sed de justicia y venganza natural contra sus verdugos– una vez alcanzado el poder político en Suráfrica en 1994, asume el perdón  y la reconciliación nacional como su norte. Es ahí donde radica el heroísmo de Mandela. Es por eso que su figura  traspasa las fronteras del continente africano. Mandela es ícono universal de la lucha contra la segregación racial, el apartheid,  y por el respeto a los derechos humanos.

Una generosidad y nobleza increíbles. Ningún luchador contra las injusticias  había dado semejante ejemplo. Imagínese al General Luperón, líder de la Guerra de Restauranción Dominicana (1863-1865), perdonando a sus enemigos, despues de un largo cautiverio, si ese hubiese sido su caso. Imagínese al General Napoleón Bonaparte en Francia (1792-1815), dejando libres de la horca a sus enemigos. Las grandes luchas por la justicia social y la libertad del hombre han sido libradas  a sangre y fuego. El perdón ha estado siempre ausente, muy lejos de la espada y la guillotina. Menos cuando se trata de defender causas nobles. Es decir, dejemos atras las grandes dictaduras como las de Trujillo,  Duvalier y Somoza, que mataron por puro abuso de poder en América Latina y el Caribe.

Los regímenes de opresión económica, militar, política han desaparecido casi todos. Prevalecen aun formas sutiles de apartheid. Segregar por el color de la piel, negar la renta de una casa o apartamento por racismo, eran prácticas comunes de apartheid. Un negro como “Anchor” en una cadena de televisión era algo asombroso.  Los peores trabajos eran para los negros en las grandes corporaciones. Todavía quedan algunos resabios, discriminación como el “Stop and Frisk” de Nueva York contra hispanos y afroamericanos.

Quedan muchos apartheids sutiles por derrotar en los registros policiales, lugares de trabajo, en las universidades, en la Iglesia, en la escuela. Pero a una escala mucho menor. Son otros tiempos, hay respeto por el talento, y la dignidad humanas, más allá del color de la piel, sobre todo, después de Mandela.

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