Entre los recursos con que la naturaleza ha dotado a los seres humanos y a los animales, para enfrentar el peligro de cualquier tipo, contamos con un aliado ancestral: “el miedo”.
En mis mensajes educativos a la población sobre la prevención de las enfermedades cardiovasculares hago siempre alguna advertencia que signifique una pequeña dosis de miedo, sin tratar de infundir terror. El miedo, como dice Gavin de Becker, es una útil señal de supervivencia, pero si pasa de la raya, creando fobia o pánico, se convierte en arma destructiva.
El criterio del miedo es al que ha recurrido la OMS para frenar los efectos dañinos y letales que está produciendo el uso del tabaco en la humanidad, a pesar de las innumerables campañas persuasivas que desde hace décadas se han puesto en práctica. La persuasión es una de las armas sutiles que usamos habitualmente para evitar que los seres humanos incurran en actos y hábitos perjudiciales, tanto individuales como colectivos.
Debido al fracaso de las estrategias de persuasión, Australia ha aprobado ya una Ley para la publicidad del cigarrillo. A partir del mes de diciembre de 2012 las cajetillas de cigarrillo tendrán un solo color: verde olivo, no podrán llevar logo o arte, solo el nombre de marca en letras pequeñas, prácticamente todos aparecerán como “genéricos”, cubriendo el 75% de la parte frontal y el 90% de la parte posterior de la cajetilla llevarán advertencias sobre los perjuicios e imágenes con los daños que produce el tabaco: cáncer del pulmón, enfisema, ataques cardíacos y otros. Así pues, se pondrá en acción otra arma sutil de prevención: la disuasión.
