Bailando pegados

Las próximas elecciones presidenciales a un mes de ser celebradas se proyectan como muy cerradas, con porcentajes muy similares entre los dos…

Las próximas elecciones presidenciales a un mes de ser celebradas se proyectan como muy cerradas, con porcentajes muy similares entre los dos contendientes principales que algunos denominan “empate técnico”. Aunque los equipos de campaña de cada uno de los candidatos mayoritarios se afanan en convencer de que están varios puntos por encima publicando encuestas que supuestamente avalan esas afirmaciones, la percepción general sigue siendo que están muy cerca uno del otro y que de existir diferencia es poco significativa.

Esto representa una prueba importante para nuestro sistema democrático, pues si en el pasado ha habido dudas sobre la transparencia e imparcialidad de las autoridades electorales con panoramas favorecedores debido a importantes diferencias en los resultados electorales; más que nunca se requiere de una gran dosis de confianza para que el candidato que pierda, sus seguidores y la sociedad en su conjunto acepten que el resultado representa la voluntad popular expresada en las urnas bajo un proceso de escrutinio incuestionable sin importar el estrecho margen de diferencia que se produzca.

Para nadie es un secreto que nos hemos caracterizado por una perniciosa tendencia a no aceptar las derrotas, lo que si bien en parte podría estar motivado por la falta de confianza en las instituciones, no es menos cierto que evidencia proclividad al autoritarismo. De ahí que se haya convertido en un lema de cada proceso electoral celebrado en el país la absurda frase de que el que ganó, ganó y el que perdió, perdió; como si pudiera existir otra opción que no sea esa.

A medida que la campaña avanza los ánimos se han ido encendiendo, escogiéndose nuevamente el camino de ataques frontales entre los partidos opositores, no con la finalidad de realizar denuncias responsables que tengan una consecuencia, sino más bien con la de ganar algunos puntos haciendo perder otros tantos al contrincante. Estas elecciones no solo reproducen el panorama electoral del año 2000 por tener los mismos contendores favoritos, sino porque 12 años después de ANJE haber luchado incansablemente por realizar el primer debate electoral, nuestros políticos se siguen negando a aceptarlo.

Muchos estamos convencidos de que tendría que ocurrir algo demasiado grande para que los dos favoritos de este torneo electoral dejen de bailar tan pegados como lo han estado haciendo. Por eso, más que nunca necesitamos de un proceso transparente, observado sin que se impongan cortapisas como las que se han estado tratando de utilizar, con resultados sometidos a prueba mediante la celebración de encuestas a boca de urna y conteos rápidos que indirectamente los certifiquen y que sobre todo sean dados sin retrasos innecesarios.

Arbitrar un proceso con resultados 49% a 24% como sucedió en el 2000, 56% a 33% como fue en el 2004 o 53% a 41% como aconteció en el 2008 es relativamente fácil. Más difícil será hacerlo con resultados tan cerrados como los que se proyectan. Esperemos que todo acontezca de forma que podamos decir que finalmente nos pusimos los pantalones largos en materia electoral.

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