Aunque nuestro fondo marino sirve de hábitat para más de 200 especies de peces con valor comercial, la pesca tiene un margen muy estrecho para desarrollarse a gran escala en el país, según afirma el biólogo Miguel Silva.El especialista, quien tiene una maestría en Ecología y Medio Ambiente, argumenta que pese a poseer una gran biodiversidad, nuestra plataforma insular es muy estrecha para soportar grandes poblaciones de peces, lo que sumado a la ubicación en el lado menos productivo y con menos nutrientes del Caribe, no hacen factible el desarrollo de la industria pesquera.
“O sea, estamos ubicados en la región del planeta donde abundan especies en pequeñas poblaciones, del lado menos productivo del continente, del lado menos productivo del Caribe y contamos con poco espacio vital para soportar grandes poblaciones”, explicó a elCaribe el coordinador del sitio Bahía de Samaná, dentro del Programa Caribeño de Conservación de la Biodiversidad Marina que ejecuta The Nature Conservancy con auspicio de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Afirma que incentivar una pesca indiscriminada sólo atentaría contra la diversidad de especies existentes, “si se hace mucha presión de pesca, primero se acaban los grandes y los pequeños no tienen oportunidad de crecer antes de ser capturados”.
Destacó, además, que otros factores que trae consigo la sobrepesca es la oferta de especies en veda y de tamaño pequeño o sub talla, principalmente en zonas turísticas donde la demanda de productos del mar es más alta.
Otro problema que atenta contra los bancos de peces es la aparición del pez león, una especie invasora y depredadora que come los huevos, larvas y juveniles de otras especies que puede estar en cualquier profundidad hasta más de los 100 metros y se reproduce con una rapidez espantosa (ponen más de 100,000 huevos por mes).
“No se trata de pescar más, sino de pescar mejor”
Al preguntarle sobre qué políticas hacen falta para incentivar el sector, el especialista añade, que las políticas deben orientarse no a pescar más, sino a pescar mejor, es decir, hacer respetar el ordenamiento pesquero, definiendo, qué, cuándo y cuánto se debe pescar.
Añade que el acceso al recurso de manera libre y con controles deficientes, estimula el uso irresponsable de un bien diverso, frágil y escaso que recibe impactos de las actividades industriales y domésticas de la zona costera.
“No todas las respuestas a la pesca están en el mar
“El Estado debe hacer valer las regulaciones y controles o todo se perderá, Pero de poco sirven los controles si no se presentan alternativas, por lo que identificar y ofrecer a los pescadores opciones de ingreso que hagan disminuir su interés por la pesca es mandatorio. No todas las respuestas a la pesca están en el mar”, dice, a la vez que propone que la acuicultura y la maricultura suplan la demanda con pescados de calidad a buenos precios.
