Muchos dominicanos ignoran que el profesor Juan Bosch nunca usó en el territorio nacional la banda presidencial que sus sucesores, sin excepción, exhibieron y exhiben profusamente.

Sólo se la ciñó una vez y en contra de su voluntad durante su viaje a México, a comienzos de septiembre de 1963, dos semanas antes de su derrocamiento. Fue en ocasión de la celebración del aniversario del Grito de Dolores, hecho que marcó el inicio de la lucha por la independencia mexicana y que ese país celebra como fecha nacional.

El programa de ese día indicaba que Bosch debía aparecer con su anfitrión el presidente Adolfo López Mateos, en uno de los balcones del palacio en la plaza del Zócalo. Bosch se negó en principio a ponerse la banda, que por lo demás no tenía, pero se vio obligado a ceder cuando se le exigió usarla conforme lo disponía el protocolo, para lo que fue necesario mandarle a confeccionar una banda que nadie ha podido decir después qué fue de ella.

Bosch, que no daba su brazo a torcer, desairó a sus anfitriones al rechazar en cambio la condecoración del Águila Azteca con la que sería honrado. El creía que a los dominicanos de aquella época no les agradaba que sus líderes aceptaran este tipo de homenaje porque  recordaban a Trujillo, que era un ególatra y fanático perverso de las condecoraciones y los homenajes, que sus áulicos inventaban bajo cualquier pretexto.

Bosch fue hasta el último día de su vida intransigente en este tipo de cosas y sus seguidores, primero en el PRD y luego en el PLD, se vieron constantemente sometidos a sus temperamentales arranques cuando se daban situaciones incómodas que él no estaba dispuesto a aceptar. Aunque los dirigentes de su partido invocan con frecuencia su nombre para justificar acciones y posturas políticas, muy pocos de ellos se les igualan en la práctica. No es seguro que Bosch quisiera ser hoy peledeísta.

Conforme lo exigía el protocolo, durante su viaje a México días antes de su derrocamiento, el profesor Juan Bosch intercambió regalos con su anfitrión el presidente López Mateos en el Palacio de Los Pinos, residencia oficial del mandatario azteca. El mejicano le entregó a Bosch un estuche con dos gallos de pelea labrados en oro, plata y cobre, y una réplica de la campana de  Dolores, la pequeña iglesia donde se hizo el pronunciamiento que dio inicio a la independencia de México.

Bosch le entregó al mejicano una caja de puros dominicanos y otra con arroz, trigo, granos de cacao y pequeñas porciones de dos tipos de café. El presente incluía  un par de guineas vivas en una jaula rústica de madera y fibras, que motivaron comentarios en la prensa azteca, según destacaron diarios nacionales de la época.

El enviado especial del Listín Diario, Federico Henríquez Gratereaux, reportó en un despacho de prensa que la negativa del mandatario a “usar los signos exteriores del  poder, como es una banda presidencial”, había dado lugar a una “batalla diplomática” que Bosch reconoció haber perdido.

Este viaje, el único que realizara al exterior durante su presidencia de siete meses, estuvo lleno de expectación. Los primeros inconvenientes surgieron durante la escala en Kingston. Bosch ordenó allí  mantener los equipajes en el avión, por cuya causa muchos de sus acompañantes llegaron al día siguiente  a Ciudad México sin cambiarse de ropas y sin afeitarse.

De regreso al país, al hacer escala en Mérida, Bosch descendió del avión para visitar lugares históricos. Se detuvo frente al Instituto Yucateco de Antropología e Historia, pero no pudo entrar porque ya estaba cerrado. Medio molesto, regresó al aeropuerto en medio de un fuerte aguacero. Días después fue derrocado por un golpe cívico militar entre la noche del 24 y la madrugada del 25 de septiembre de 1963.
El autor es periodista y escritor

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas