No es fácil “poner la otra mejilla”. Hay una gran complejidad en el acto del perdón, si bien con él recibimos beneficios tangibles para alma y cuerpo.

Estudios de la universidad de Stanford, California, confirman que perdonar puede reducir la presión arterial, los niveles de depresión y ansiedad, mejorar el sueño.

Quienes perdonan generalmente tienen mejores relaciones con las demás personas, se sienten más felices y esperanzados, muestran bienestar psicológico.

Al reconocer lo complicado de olvidar pasadas traiciones, decepciones o heridas, los investigadores ven el proceso en dos pasos: vivir el pertinente tiempo de pena o enojo y luego dejar ir.

“Cuando se perdona a alguien por algo muy doloroso, la vida se experimenta en un nuevo sentido”.

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