La buena vecindad en las relaciones bilaterales República Dominicana-Puerto Rico

Puerto Rico y la República Dominicana comparten una historia de dimensiones épicas. Incluso desde la conquista de ambas islas por los españoles, la historia de “las colonias” avanzó a pasos muy similares y cuando en “La Española”, a mediados&

Puerto Rico y la República Dominicana comparten una historia de dimensiones épicas. Incluso desde la conquista de ambas islas por los españoles, la historia de “las colonias” avanzó a pasos muy similares y cuando en “La Española”, a mediados de 1515, se agotó el oro, se comenzó a apuntalar una economía azucarera que sería establecida de igual forma, aunque con menos suceso, en la “Isla de Borinquen”,  hoy, Puerto Rico.

Mucho después, cuando ya “La Española”, por medio de la gesta independentista de 1844 ya comenzaba a andar sus primeros pasos como “República Dominicana”, la historia de las dos naciones continúa unida por la relación existente entre las franquicias que poseían ingenios azucareros tanto aquí como allá, por los negocios de la corona en ambos lugares, por el deseo compartido de librarse definitivamente del yugo colonialista español, y el 23 de septiembre de 1868,  motivados y apoyados directamente por el gobierno dominicano y por el héroe de la Gesta Restauradora de 1865, Gregorio Luperón, un grupo de boricuas organizados por Ramón Emeterio Betances –de raíces dominicanas- llevó a cabo la famosa insurrección armada, llamada “Grito de Lares” contra el gobierno colonial de España en la isla, proclamando la República de Puerto Rico, aunque un poco más tarde, fueron cercados, hechos prisioneros algunos, y otros, simplemente ajusticiados.

Esa relación entre estos dos países asistiría a eventos similares pues, con la Guerra hispano-cubano-norteamericana se convertiría Puerto Rico unos años más tarde, junto con Filipinas y Guam, en colonia estadounidense y, aunque los Estados Unidos en principio quisieron comprar a República Dominicana, no llegándose a producir porque el Congreso norteamericano no aprobó la iniciativa, el coloso del norte asumiría en 1907 el manejo, dirección y monopolio de las aduanas dominicanas, lo que en términos de realpolitik representó prácticamente lo mismo que lo sucedido con la vecina isla de Puerto Rico, una apropiación imperialista, esta vez bajo la égida de un país del mismo continente.

Elementos importantes a mencionar, dentro de esta relación domínico-puertorriqueña, son también los lazos y ascendencia genealógica de algunos de los más connotados líderes de la historia dominicana moderna, Juan Bosch y Joaquín Balaguer, hijos de madre y padre puertorriqueños, respectivamente; sin mencionar el honor que tiene la República Dominicana de servir de última morada al ilustre intelectual, educador, sociólogo y filósofo puertorriqueño, Don Eugenio María de Hostos, cuyos restos reposan en el Panteón Nacional Dominicano.

Ha existido también -hasta la actualidad- entre estos dos pueblos, procesos de migración intermitentes, pues, no solo a finales de 1800, sino también a principios del siglo XX, nuestro país fue el foco principal de la inmigración puertorriqueña, proceso que se invirtió más tarde como resultado de crisis económicas, del interés surgido por el dólar en el seno de la sociedad dominicana y además, como efecto directo de la ofuscación por el ansiado “american dream”, lo que ha llevado a que en la actualidad Puerto Rico albergue una cantidad considerable de emigrantes dominicanos.

Por todos estos elementos que he mencionado y casi como un homenaje permanente a esta vetusta relación es menester que exista una política exterior diseñada especialmente para dar soporte a la misma y potenciar su integral perfeccionamiento, máxime cuando, del desarrollo de la Isla del Encanto depende, no solo el bienestar de los nacionales dominicanos que residen allí, sino también el incremento del nivel de remesas que recibe República Dominicana y del intercambio comercial a todos los niveles.

La visita a la República Dominicana del Secretario de Estado de Puerto Rico, David Bernier Rivera, en el marco, no solo del plan estratégico diseñado para los dos países a partir del 2009, sino también dando cumplimiento a las mutuas promesas que se formularon el presidente Medina y el gobernador Padilla en ocasión de la asunción de este último al poder, de profundizar los lazos de amistad, cooperación e intercambio histórico entre los diversos sectores de ambos pueblos, significan un paso, significativo por demás, para el futuro mediato e inmediato de las dos naciones.

La declaración conjunta que en esta ocasión han firmado el ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Morales Troncoso y el secretario de Estado David Bernier en la que se comprometen a enfocar sus esfuerzos en áreas específicas como desarrollo económico y comercial, agricultura, energía, cultura, educación y la indetenible integración regional que se impulsa desde diferentes ámbitos en el área del Caribe, refuerzan la idea de que los países de América Latina se han dado cuenta de la importancia medular que tiene una mayor interdependencia entre ellos como garantía sine qua non para obtener la anhelada independencia de los poderes fácticos e institucionales que, como potencias, gobiernan la comunidad internacional.

Las relaciones interestatales RD-Puerto Rico tienen a partir de ahora una especie de “hoja de ruta” que debe ser seguida por la Comisión Mixta Bilateral como instrumento para la coordinación de los asuntos de interés mutuo, pero además, tienen en el presidente Medina y en su promesa –slogan- de campaña, la oportunidad de hacer, entre las dos naciones y en beneficio de los ciudadanos de ambos pueblos, “…lo que nunca se hizo”.

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