Cambio en América

No hay duda de que las victorias de Mauricio Macri en las presidenciales argentinas y la oposición en las legislativas venezolanas, significan un importante aliento para los sectores que anhelan una ola conservadora en América Latina.

No hay duda de que las victorias de Mauricio Macri en las presidenciales argentinas y la oposición en las legislativas venezolanas, significan un importante aliento para los sectores que anhelan una ola conservadora en América Latina.

Ambos hechos políticos se quieren interpretar como un signo que pudiera marcar una tendencia hacia el cambio de un ciclo durante el cual varios países de la región, particularmente en el Cono Sur, han sido regidos por Gobiernos progresistas. Hay que recordar que esta región fue durante la Guerra Fría el laboratorio para la expansión del militarismo violador de los derechos humanos, regímenes amarrados a la “doctrina” de la “seguridad nacional” implementada por los Estados Unidos, proyectada también hacia los países centroamericanos a través de la Escuela de las Américas en Panamá, una auténtica versión moderna de la caverna.

El ciclo de Gobiernos progresistas en Latinoamérica ha sido el más prolongado desde que empezaron a caer las dictaduras empujadas por la política de respeto a los derechos humanos impulsada por la administración de Jimmy Carter. Un talante que no pudo revertir ni siquiera el ultraconservador Ronald Reagan, a pesar de sus esfuerzos. La Concertación en Chile dio apertura al relativamente largo período de regímenes con rostro humano, siendo Hugo Chávez en 1998 quien diera más valor a la gente que al mercado. Este ciclo se fortaleció con Néstor Kirchner en 2003 y Cristina en 2007; Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil desde 2003; Leonel Fernández en 2004 y Danilo Medina a partir de 2004; Tabaré Vázquez y Pepe Mujica a contar de 2004; Evo Morales en 2005; Rafael Correa, 2006 y Ollanta Humala en 2011.

Se puede notar que los sectores conservadores en cada elección han apostado al desplome de las administraciones progresistas, y cuando no ha sido posible vencerlas en las urnas, se han decantado por disfrazar sus acciones como “juicio político” en el Congreso, cuando más bien es una “conspiración democrática”.

Muchas veces los pueblos no prevén y se dejan confundir por discursos de “cambio”, que generalmente se revierten, pues no bien asumen, los conservadores enfilan sus acciones para revertir todo progreso logrado por los más pobres para acomodar el capital sobre el ser humano. Luego lo lamentan, a veces sin tiempo.

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