Campañas electorales que padecemos y las que merecemos

I.- Los tiempos electorales 1Las personas manifiestan su forma de ser, en espacios específicos. Un ambiente propicio para saber el nivel de la alta o baja conducta de los miembros de una comunidad, son los procesos electorales,…

I.- Los tiempos electorales

1Las personas manifiestan su forma de ser, en espacios específicos. Un ambiente propicio para saber el nivel de la alta o baja conducta de los miembros de una comunidad, son los procesos electorales, en los cuales los ciudadanos y ciudadanas enseñan lo que tienen en el fondo de su alma, en lo que se refiere a la solidez de un pensamiento político.

2.- En tiempos normales, las actividades políticas son limitadas, y muy pocos miembros de la sociedad dominicana inciden en ellas con pasión y entrega, pero se enciende el entusiasmo una vez entra en calor la campaña electoral.

3.- El ardor, el fervor fruto de la propaganda electoral, no deja espacio a la indiferencia, el desgano por la política no se refleja en ningún rostro; el flemático cambia a vehemente, el desafecto de la política se transforma en fanático exaltado de la misma. El sazón, el sabor especial del periodo hace posible valorar a personas de las cuales no se tiene un criterio definido de su reciedumbre o debilidad de conducta.

4.- Los aires que soplan, las oportunidades que se presentan en tiempos de elecciones, enloquecen, perturban, alucinan a los individuos más serenos. Los comedidos cambian a desenfrenados y los templados a timoratos.

II.- El sinvergüenza en nuestros procesos electorales

5.- En nuestro país, las temporadas de elecciones convierten a las principales ciudades en inviables, verdaderos pandemónium; lucen como infiernos, algo así como manicomios de enfermos mentales pobres. El alboroto, las algarabías de los bandereos y caravanas, aplastan la calma, eliminan el silencio.

6.- En ese ambiente de promoción política electoral, la mercancía dinero desempeña un papel sumamente importante porque la generalidad de los principales actores políticos ponen sus esperanzas, hacen descansar sus expectativas en la venta de su voto, o en quien resulta elegido para una función.

7.- El elector pobre, el de a pie, está confiado en vender su voto a un buen precio, ilusionado en ser favorecido, en el futuro, con una botella, o mantenerse en la nominilla, conservar la tarjeta de solidaridad, el bono gas y el bono luz. Su optimismo lo conserva hasta el día que se deciden las votaciones.

8.- Un comportamiento diferente al de los electoras y electores marginados sociales, de los oprimidos por el sistema, de las víctimas de la desigualdad, es exhibido por los politiqueros, los defensores del sistema y oportunistas de todos los calibres.

9.- Mientras el votante de abajo aguarda, está a la expectativa de algunas boronas para seguir mal subsistiendo, el vividor de la política, en el curso del proceso cifra su felicidad en sus habilidades y truchimanerías cargadas de alta malicia.

10.- En momentos de comicios, aquel que está organizado en un partido, primero hace sus cálculos económicos, y luego decide qué hacer, porque tiene la opción de postularse para un cargo electivo, o apoyar a quien cree más le conviene que gane para que le favorezca apuntándolo en el presupuesto nacional.

11.- En temporadas electorales salen a relucir los más variados sinvergüenzas, que habitan en sociedades fundamentadas en ordenamientos económicos que generan desigualdades de oportunidades entre los miembros que la componen.

12.- En épocas de elecciones, la desvergüenza permite a cualquier descarado sacar buen beneficio, porque le basta con ponerse un precio para de inmediato ser adquirido por uno de los partidos del sistema. La sinvergüencería es un componente necesario en el elector que se oferta.

13.- El cara dura y canalla, al igual que el que practica la sinvergüencería, vende con facilidad su inclinación o entrega a un candidato, le basta con encantar con su vileza al que le paga por su sinvergüenzura, aunque los sinvergonzones no siempre reciben una alta suma como pago por su bribonería.

14.- El desarrollo cuantitativo de vagabundos, farsantes, simuladores y comerciantes politiqueros, ha hecho un aporte positivo a los carnavales electorales del país, porque su notoria incidencia y comprobada carencia de honestidad, baja el costo de las inmundicias de ocasión electoral.

15.- Porque la sociedad dominicana ha llegado a un alto nivel de degradación ética y moral, el mercado electoral se ha hecho menos costoso. Hay electores devaluados dispuestos a vender su impúdica conducta a cualquier costo; su proliferación en nuestro medio, insolencia y el impudor han perdido precio.

III.- Piezas importantes en las campañas electorales. Los peores son los mejores

16.- El activista engañoso, falaz y tramposo es una pieza codiciada por los partidos que hacen fraude el día de las votaciones; es adquirido para colocarlo en los colegios electorales; mientras más acostumbrado está a la treta y defraudación, más paga recibe el delegado alquilado para la ocasión.

17.- El desecho social más descalificado resulta apreciado en los tiempos de campaña, porque puede ser utilizado para cualquier operación sin importar lo ruda o sucia que sea. Los desperdicios, aquellos que sobresalen como cuadritos políticos, tienen su espacio, y como a falta de nada cualquier residuo tiene valor, la persona escombro político a veces es imprescindible, aunque sea como hazmerreir.

18.- El objetivo de los partidos en el curso de los procesos electorales es sumar, no importa el daño que pueda causar a terceros la persona adquirida; nada se desperdicia, sea un adaptado social o desfasado, actual o anacrónico, crápula o comedido, virtuoso o degenerado. En tiempos de campaña, el corrompido y el honesto tienen igual valor.

19.- En el curso de las marchas y caravanas, el rastrero y el digno, el indigno y el íntegro, el sincero y el falso, hacen el mismo papel. No es cuestión de selecto o común, excelente o vulgar, sedicioso o tranquilo, lo que importa es un vagabundo, listo para emperrarse o tolerar. La divisa es que unidos se mueven por el candidato, y como compinches ejecutan tropelías de campaña.

20.- El trabajo electoral limpio o sucio será justipreciado al final por el líder que es quien paga; la tasación va a depender de cómo considera el jefe de la caravana que ha sido la labor, sin tomar en consideración que sea moral o inmoral, equivocada o correcta, licita o ilícita. Basta con saber que los muertos en campaña no se pagan.

IV.- Las masas movilizadas con fines electoreros

21.- En los movimientos de masas con fines electoreros, lo que cuenta es el bulto que hagan los integrantes, no su calidad y virtudes personales. De ahí que un protagonista prostituto, para los fines da lo mismo que un predilecto papal. Es el momento de unión entre politiquería y putería, de rastreros y nobles, decentes y crapulosos.

22.- Al momento de ponerse en tensión para captar votos, la decencia, la probidad e integridad se dejan guardadas en la casa, porque no hay lugar para honestos, nobles y respetuoso, sino para indecentes, vulgares, sucios y descuidados. El rastrero no decepciona en la politiquería; él ilusiona y motiva, entusiasma a quien lo utiliza para sus fines inconfesables.

23.- La escoria, lo que no sirve como gente, no desalienta a los políticos de negocios electorales, los cuales sólo están interesados en generar confusión, haciendo creer que tienen muchos seguidores, votantes incondicionales; quien es despreciable para las personas decentes de la sociedad, para el buscador de simpatizantes en tiempo de elecciones, es un bien recibido y acreditado acompañante.

24.- Aquel que es un ripio como ente social, un abyecto en la comunidad, no motiva contrariedad en el que desencama a cualquier votante en la campaña; se siente tan halagado como si se hiciera acompañar de un afamado, renombrado munícipe. A la hora de cazar electores, resulta igual el famoso que el farsante.

25.- Las cualidades que adornan al ser humano no se toman en consideración en los periodos de elecciones; da igual el áspero de trato que el amable, el que se comporta con acritud, que el que demuestra dulzura. Nada quita actuar a los fines de elevar al candidato o reducirlo, agrandarlo o disminuirlo; lo que cuenta es hacer bulla, algarabía para llamar la atención, estropear el sosiego. La bullanguería se le paga bien al estrepitoso activista electorero.

Reflexiones finales

a.-Las mujeres y hombres decentes que todavía quedan, están comprometidos a relanzar el país, a los fines de que un nuevo ser humano logre adecentar el medio social, creando un ordenamiento económico que genere una naciente conducta, flamantes instituciones y organizaciones políticas diferentes a las de ahora.

b.- En un adecuado ambiente, luego de ser aseado el presente, se ha de crear una forma inédita de hacer política, de conformidad con las nuevas buenas costumbres; en semejante marco las campañas electorales se harán para confrontar ideas, propuestas, no para dirimir conflictos personales utilizando la diatriba descalificadora, ni recursos económicos sustraídos al erario.

c.- Lo ideal es que los procesos electorales se conviertan en escenarios adecuados en los cuales hombres y mujeres del pueblo, honestos y honorables, expongan y defiendan sus proyectos a ejecutar, y no que una cáfila de despreciables, verdaderos canallas, pillos y oportunistas, impongan sus designios al pueblo trabajador.

d.- Las actividades políticas en curso de procesos electorales, no pueden seguir siendo, como hasta ahora, la obra de camorristas, buscabroncas y bochincheros; hay que rodear esos actos de discusiones fraternas, de altura, donde predomine el talento, la sensatez, y esté ausente la altanería y la arrogancia de orilla.

e.- Al que debemos aspirar es a un medio de exquisita calidez en el cual se respire humanismo puro, franca probidad y delicadeza para que en las contiendas electorales resulten elegidos los mejores, los más abnegados defensores de los intereses de las grandes mayorías nacionales.

f.- Merecemos campañas hechas con respeto hacia electores y electoras, en las que los candidatos exhiban sus programas, las cuales deben contener la esencia de lo que se propone hacer; no como ahora que no hay proyecto a realizar, se desconocen los planes que pueden servir de motivación al votante.

g.- Cada candidato debe ser valorado por lo que lo hace digno de ser elegido; los méritos que lo hacen merecedor de ser escogido por sus conciudadanos; y no como ahora que cualquier truhán se postula, y muchos reelegidos sólo son conocidos por las acciones malas, las canalladas, los desafueros, desmanes, trastadas y fechorías que han cometido.

h.- Aquel que figura en una boleta electoral debiera de ser alguien que sirva de ejemplo en su comunidad, por ser cabal, honrado, intachable e íntegro, y no como ahora que el candidato es el espécimen vulgar, una muestra de desfachatado, insolente y pérfido.

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