La cara oculta del expresidente

De cuantos tropiezos ha dado bajo las presiones resultantes de su intento de retornar a la presidencia, que ha ejercido en tres períodos, ninguna actuación pública del doctor Leonel Fernández ha sido tan infeliz como la justificación que trató&#8230

De cuantos tropiezos ha dado bajo las presiones resultantes de su intento de retornar a la presidencia, que ha ejercido en tres períodos, ninguna actuación pública del doctor Leonel Fernández ha sido tan infeliz como la justificación que trató de ofrecer en Washington sobre la insólita agresión de ciudadanos y periodistas por parte de seguidores suyos, en la capital dominicana. En respuesta a la pregunta de un estudiante, dijo, aunque no textualmente, que en este país no hay límites a la libertad de expresión, salvo aquellas que violan y enlodan la reputación y el honor de las personas.

Su respuesta, además de evasiva, es el típico ejemplo de manipulación que caracterizara sus tres administraciones, consideradas como las más corruptas de cuantas hemos padecido, según la más reciente encuesta publicada en los medios nacionales.

La agresión por parte de una turba de sus seguidores no puede encuadrarse como una acción violatoria de derechos ciudadanos, porque no se trató de un caso de represión oficial, sino un acto de barbarie política de parte de una facción que él dirige. En otras palabras, un vulgar y criminal acto de intolerancia. Su saludo de aprobación a esa turba a la salida de la actividad a la que asistía revela un tácito reconocimiento a ese hecho, cuya amplia repercusión pone en entredicho su elaborada imagen de conciliador, que él cultiva como un tesoro, sacando a la luz un aspecto de su personalidad desconocida en el exterior.

De manera que las acciones de su grupo son de su exclusiva responsabilidad, no necesariamente de su partido, que inexplicablemente asume parte de su costo político con su silencio, y mucho menos del gobierno, ajeno a lo sucedido, a pesar de la indiferente actitud de los agentes policiales allí presentes. Abrumado por su creciente rechazo, el expresidente está mostrando al país la cara que el esplendor y el boato del poder por tantos años le ocultaron. l

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