Un Cargo Público

El día 30 del mes de septiembre, próximo pasado, dictamos una charla a los integrantes del Jayces Santiago Inc. y en el curso de la misma…

El día 30 del mes de septiembre, próximo pasado, dictamos una charla a los integrantes del Jayces Santiago Inc. y en el curso de la misma uno de los jóvenes asistentes nos hizo una pregunta en el sentido de si en algún momento habíamos sentido deseo de ocupar un cargo público.

Para responder la pregunta que nos hizo el joven comenzamos diciéndole que en nuestra niñez nos desempeñamos como aguatero, limpiabotas, mensajero, vendedor de dulces y periódicos y finalmente como aprendiz de mecánica; que si hoy ejercemos la profesión de abogado se debe a que el pueblo dominicano permitió que nos graduáramos en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, sin tener que pagar un centavo; que el pueblo ha hecho una inversión en nuestra formación y que, independientemente de la concepción ideológica que sustentamos, creemos que luchando en el plano político-social, o desempeñando una función pública, sin importar que sea alta o baja, remunerada o no, debemos hacer un pequeño esfuerzo y aporte para lograr su felicidad plena.

El hombre que se siente comprometido con su pueblo, le dijimos al joven que nos formuló  la pregunta, puede contribuir al desarrollo del país sin tener que desempeñar un cargo público. El que se identifica en forma seria y responsable con los intereses más sanos del pueblo dominicano no tiene que esperar que se materialicen sus ideas, ni ocupar un cargo público para hacer avanzar el proceso social, además de que el hombre no puede limitar su pensamiento y acción a la lucha que se circunscribe a los marcos de las fronteras territoriales; debe ir más allá y hacer causa común con la lucha de su pueblo y con la que libran otros persiguiendo la liberación definitiva de la humanidad y la preservación de la paz.

Para nosotros sería una satisfacción –le continuamos explicando al joven interlocutor- antes de desaparecer del mundo de los vivos desempeñar un cargo público, siempre y cuando exista en el país un gobierno que se identifique con el sentir de nuestro pueblo. Es más, le seguimos explicando al joven, moriríamos tranquilos si la muerte nos sorprende dentro de un año o dos y que aquí esté imperando, real y efectivamente, la democracia representativa y cumpliéndose fielmente la Constitución política vigente; fíjese bien, le advertimos al joven, hablamos de la Constitución vigente, no de otra, no de una de contenido socialista. Nos iríamos tranquilos a la tumba si el día que nuestros familiares, amigos y conocidos depositen nuestro ataúd, en el país se esté cumpliendo, para las grandes mayorías nacionales, la Constitución que nos rige hoy.

Aquí la generalidad de los que ocupan altos cargos no se preocupan por servirle al país; utilizan la función como medio de enriquecimiento. Antes de ser designado en un cargo hay funcionarios que no preguntan cuáles serán  sus funciones sino cuánto van a ganar, que forma hay que utilizar para robar en sí, aquí el cargo público se utiliza como puente hacia la riqueza económica sucia. Basta con examinar la cuenta de unos cuantos funcionarios que ayer no tenían un centavo y hoy son millonarios, todo logrado a base de ser “servidor público”.

El día llegará  que nuestro país –le terminamos de decir al joven que nos hizo la pregunta- ocuparán los cargos públicos los hijos del pueblo, los que no tengan las manos sucias de los dineros del erario y las empresas estatales, y ese día si no nos hemos empuercado con el sistema, quisiéramos servirle al pueblo, no como un ladrón más, sino como un hijo suyo que trataría de servirle desde el Estado o en la lucha social. (141).

Una Carta a Salvador

Estimado Salvador:

El día 10 de octubre del año en curso, 1985, visité el Consulado de Panamá para obtener una visa con el fin de viajar, en tránsito, hacia La Habana, Cuba, para determinar el estado de salud de uno de mis hijos, y tratar un asunto de índole personal. En la oficina consular de Panamá me dijeron que para otorgarme la visa tenía que depositar, conjuntamente con el pasaporte, entre otros documentos, una carta de buena conducta ciudadana expedida por la Policía Nacional. En razón de que tenía prisa en obtener la visa, y me encontraba en la ciudad capital, llamé a la ciudad de Santiago a mi colega y amigo Domingo Fadul, para que solicitara en la Policía Nacional en Santiago la expedición de una certificación de buena conducta a mi favor.

Atendiendo a mi solicitud, Fadul fue al Departamento de Contra Homicidios de la institución policial en Santiago y allí expuso a un oficial, que responde al nombre de Nelsón, “que el objetivo de su visita era obtener una certificación de buena conducta para el doctor Ramón Antonio Veras, para éste llevarla al Consulado de Panamá y así obtener una visa”. El oficial le respondió a Domingo Fadul, “que no se atrevía a dar esa certificación para el doctor Veras porque éste había tenido ciertos problemas con la institución policial; que se dirigiera al coronel Almonte, que era el jefe del departamento”.

Siguiendo la orientación que le había dado el oficial, Domingo Fadul se dirigió entonces al Coronel Almonte, a quien expresó el objetivo de su visita, “la de obtener una certificación de buena conducta para el doctor Veras”. En un principio, el coronel Almonte le manifestó a Domingo Fadul “que si expedía la certificación tenía que ponerle objeción “porque Negro ha tenido problemas con la institución”.

Acto seguido, en forma muy cortés, el coronel Almonte le dijo a Fadul “que esperara un momento”; mandó a buscar al Servicio Secreto las fichas que el doctor Ramón Antonio Veras, tiene en ese departamento. Después de leer una por una las varias fichas que le presentó el Servicio Secreto, el coronel Almonte advirtió que en ningún momento el doctor Veras había sido traducido a los tribunales.

Al examinar las fichas que le había aportado el Servicio Secreto, el coronel Almonte llamó desde Santiago a la ciudad de Santo Domingo, para consultar mi asunto. Al terminar de hablar para la capital, el coronel Almonte le dijo a Domingo Fadul “que podía retirarse y volver al otro día, que le informara al doctor Veras que se estaba trabajando en su asunto”.

A mi regreso desde la ciudad capital, Domingo Fadul me informó el resultado de las diligencias que había hecho. El día viernes 11 de octubre, en horas de la mañana, en compañía de mis amigos Domingo Fadul y Rafael Nicolás Gómez, me trasladé al Departamento de Contra Homicidios de la Policía Nacional, en Santiago, donde me recibió, en forma respetuosa, el coronel Almonte.

Le dije al coronel Almonte, que había ido ante él para ratificar la solicitud que el día anterior había hecho mi amigo Domingo Fadul, y que si se me iba a expedir la certificación quería, si era posible, que en la misma se hiciera constar las fichas que tiene el Servicio Secreto en mi contra; que para mi iba a ser una satisfacción que mis hijos supieran, cuando dejáramos de formar parte del mundo de los vivos, que su padre no figura fichado por actos reñidos con los principios que siempre le he enseñado basados en el trabajo y en el estudio; en el rechazo al crimen, a la corrupción, al entreguismo, a la zalamería; en el amor por los obreros, por los campesinos sin tierra, por la paz y para que aquí, algún día, impere un régimen de justicia.

Luego de intercambiar palabras respetuosas con el coronel Almonte, éste me expidió la certificación, sin hacer mención de mis fichas en el Servicio Secreto, como era mi deseo. He querido dirigirte esta carta porque muchas de las fichas que reposan en los archivos del Servicio Secreto me fueron instrumentadas durante los años que tú y yo permanecimos juntos ejerciendo la profesión de abogado, o realizando actividades coincidentes por la defensa de los derechos humanos y las libertades públicas, y tú sabes, como lo saben los dominicanos bien nacidos, que contra mi persona, por mi pensamiento y acción política, se han ejecutado hasta atentados personales que han estado a punto de costarme la vida.

No me sorprende que en el Servicio Secreto existan cientos de fichas políticas en mi contra porque, según tengo entendido, una de las funciones de este organismo es velar por la vigencia del sistema social dominante y como no estoy de acuerdo con el sistema social que impera aquí, como no lo están cientos de miles de dominicanos decentes y honestos, es normal que mis actividades en defensa de los derechos humanos, las libertades públicas, la soberanía nacional; contra la corrupción, contra la opresión social, contra el latifundio; por la paz mundial, contra el fascismo, contra la guerra injusta, en fin, mis actividades para que el pueblo dominicano disfrute de libertad e independencia plena choquen con todos los organismos encargados de resguardar el orden social imperante aquí. Pero, sinceramente, de estas actividades vivo orgulloso y solamente me lamento de no disponer de más tiempo para duplicarlas. (142).

Fuentes:
(141) El Nacional. 25 de octubre 1985.
(142) El Nacional. 2 de noviembre 1985.
Continuará la semana próxima

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas