Hola José Ricardo. Cuando Danilo Medina te ratificó como director de Migración me sentí contento. Te conocí hace casi 30 años, compartiendo en las aulas de nuestra querida PUCMM. Allí te destacaste como líder, organizador, honesto, excelente tribuno y persona de bien, aunque lo que más me impresionó fue tu extraordinaria vocación de servicio y tu amor por nuestra patria.

No puedo negar que tenemos algunas diferencias de criterios, pero me parece que ellas nos hacen respetarnos más y valorar más esa democracia en la que tanto creemos.

Quiero felicitarte por el trabajo que vienes realizando y por mantener firmes tus convicciones. Que recuerde, por primera vez en décadas se toca el expediente migratorio con seriedad, estemos o no de acuerdo con la forma. A este tema ultra sensible le huíamos cobardemente. Fuiste valiente, y esos temples nos hacen falta para avanzar como nación.

Luego de leer tu artículo “La sentencia vs. juicio estólido”, defendiendo con interesantes argumentos la famosa sentencia TC-0168-13, quiero expresarte breves consideraciones, desde una óptica que no pretende ser negra ni blanca, si no gris, porque la cuestión haitiana desde el punto de vista dominicano no resiste radicalismos ni a favor ni en contra del fallo indicado.

Ambos tenemos un alto concepto de los jueces del Tribunal Constitucional. No son cavernarios, nazistas y cosas por el estilo; al contrario, está conformado mayoritariamente por abogados y abogadas de sólida formación jurídica, con alto sentido del deber y con una hoja impecable de dedicación a las nobles causas del país. Apoyo su sentencia, salvo que su ejecución debió ser a partir del año 2010, cuando se promulgó la actual Constitución, y no desde el año 1929, como determinó. Si así se hubiera hecho, las críticas hubiesen sido mínimas.

Por otro lado, rechazo las blasfemias lanzadas contra varios dominicanos de honor, por el simple hecho de no estar de acuerdo con  dicha sentencia. Esos ataques infundados desprestigian la causa que dicen defender los agraviantes, y promueven el odio más que la necesaria unidad nacional para enfrentar el serio problema haitiano. Con esto no niego que hay malos dominicanos que viven de esta confrontación con nuestros hermanos del oeste, que la alimentan con un macabro fin pecuniario. Esos merecen el repudio colectivo.

Vivimos tiempos complicados por el caso haitiano. Debemos tener mucho tacto al actuar, pero siempre enérgicos, pues si demostramos poca inteligencia y debilidad seremos derrotados aquí y en el exterior. Y si seguimos enfrentados entre nosotros mismos el fracaso será inevitable.

Y tú, mi estimado amigo, eres un ente importante para que la sensatez se imponga, todo de mano con la ley. Exitos, que la tarea es difícil, pero posible.

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