¿Cuánto tiempo costará a los legisladores construir una imagen aceptable? Cuando avanzan en una dirección adecuada, cualquier desacierto colectivo, de mayoría o marginal, los hace retornar al punto crítico como lo percibe la mayoría de la Nación.
¿Por qué pasa eso? La primera respuesta habría que encontrarla en el accionar del cuerpo legislativo, toda vez que no siempre sus actos responden a los intereses populares y con frecuencia los anteponen a intereses sectoriales o individuales. Una segunda respuesta podría encontrarse en iniciativas descabelladas sin el más elemental sentido común. A uno o varios legisladores se les ocurre cualquier cosa y la convierten en una iniciativa congresual.
La última expresión de ese proceder, y es lo que motoriza este comentario, es el invento de cuatro diputados de pretender convertir en ley un sistema de identidad dual, según el cual, funcionen como documentos de ciudadanía la cédula y la licencia de conducir. Tremendo absurdo que sólo se explica en el extraordinario tiempo de ocio que disfrutan algunos miembros del Congreso.
Duplicidad innecesaria que sólo serviría para propiciar mayores posibilidades de vulneración al sistema de identidad previsto en la ley y en la Constitución.
No hay que recordar lo que ha significado la tarea de crear un sistema único de identidad y electoral y pese al mismo vemos cómo es clonado y falsificado por la delincuencia organizada. Homologar la “licencia de conducir” con la cédula sólo serviría para agregar otro medio de acceso a los criminales.
Pero hay más, el sistema de identidad dominicano evoluciona de forma tal que no puede ser compatible con otro tipo que no sea la cédula. Ya funcionan unidades en los hospitales y maternidades del país, en los cuales la Junta Central Electoral no sólo registra los nacimientos, sino que asigna un Número Único de Identidad (NUI), con el cual ese ser humano podrá ser inscripto en la escuela. Ese mismo código será su “número de cédula de identidad” para toda la vida.
Esos legisladores deben dedicarse a trabajar en asuntos más serios y no dedicarse a dañar lo que está bien.
