Celebrando tu cumpleaños, en ausencia

Hace apenas unos días que el amanecer trajo tu cumpleaños: el 23, para ser preciso. Al día siguiente, tu onomástico, el día de Las Mercedes, nombre que te colocaron como segundo, porque fue el “que trajiste“, según la costumbre y tradición&#823

Hace apenas unos días que el amanecer trajo tu cumpleaños: el 23, para ser preciso. Al día siguiente, tu onomástico, el día de Las Mercedes, nombre que te colocaron como segundo, porque fue el “que trajiste“, según la costumbre y tradición de la época, Junto al de Sonia. Con tus hijos, nietos y nueras, lo celebramos con alegrías. Recordamos a la esposa-madre-suegra-abuela que “se mudó al cielo”, aunque llena de deseos de vivir y de acompañar a sus nietas y nieto en el lento proceso de adentrase en la vida, repartiendo alegrías, respondiendo inquietudes como apoyadora y derramando el infinito amor cómplice de abuela, que no tuvo la dicha de criar hembras, pero fue el equilibrio vivo entre niños, adolescentes y luego entre hombres. La vida nos golpeó de manera inesperada y sorpresiva con tu indebida partida, llenándome de dudas, rabias y rebeldías, que a casi dos años de ese viaje, lejos de disminuir, crecen alimentadas por las soledades. Nadie debiera morir hoy de las dolencias que minaron tu cuerpo hasta agotar las infinitas fuerzas con que defendiste tu vida. Apoyé tu decisión de usar las facilidades hospitalarias criollas, cirujanos dominicanos y terapeuta nacional, como hice con todas las iniciativas que con sentido práctico impulsabas, con tu recio carácter y definida personalidad. Del centro de salud, se cuentan historias de gérmenes patógenos en sus quirófanos. Para la ortopedia dominicana, tu caso es una verdadera vergüenza clínica y del terapeuta, algunos abrigan dudas acerca de la veracidad de su titulación.

Sabes, porque te percibí presente, que consulté a un prestigioso abogado con luminosa experiencia como juez, la recomendación apropiada para emprender demandas judiciales. Me preguntó qué buscaba con demandar a los que considero culpables absolutos de tu evitable muerte, incluyendo al Seguro Internacional; reivindicación moral, respondí y sanción penal y moral para ellos, si caben, para que otros no sufrieran tu penosa suerte. Me indicó, como jurista de vasta práctica civil, que la cuestionable Justicia dominicana no me garantizaba nada de ello. Que el proceso tomaría al menos una década, que quizás no me quede de vida. Que te resucitarían en cada audiencia para asesinarte cada vez, con ánimos de que desesperado por el dolor de cuanto se expresare, desistiera, como estrategia jurídica. Conoces, como compañera de vida, que aunque sensible, soy capaz de eso y más, pero acaté sus consejos.

He sentido tras tu partida, genuinos respaldos y apoyos; amistad y solidaridad sincera y mucha preocupación por mi estabilidad. También he sufrido decepciones y mezquindades y hasta sensaciones de si los que anunciaron prematuramente tu ida, no se alegraron con el desenlace final. Te extraño y sufro más que nunca tu ausencia y mis soledades, aunque los cercanos se ocupen de mantenerme lleno de gozos y yo me afane en no dejar espacios libres. Te añoro.

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