El papa Francisco está absolutamente convencido de que no es el representante de Dios en la tierra. Simplemente, es el jefe de la Iglesia Católica y del Vaticano. Es el Papa que ríe, que sufre, que se interesa por los problemas de la humanidad, por quienes padecen hambre, persecución y toda clase de injusticias. Es una persona mortal, con toda la sensibilidad para llorar cuando así lo sienta. Este Papa no se ve por encima de los demás. Es, sencillamente, de carne y hueso, con los pies sobre la tierra, consciente de la grave responsabilidad que pesa sobre sus hombros como orientador de millones de personas en el mundo, en el nombre de Dios.
¡Qué bueno que la Iglesia católica tenga en la cúspide a un hombre de esa estirpe, un ser digno de imitar, digno de seguir, no sólo por los fieles católicos, sino por todos los humanos! Un hombre que no pone barreras ante los profesantes de confesiones distintas, ante los gobernantes del mundo, sin considerar que sean de derecha o izquierda, que quiere construir un nuevo liderazgo en base a la fe y valores.
Y qué bueno que ese hombre haya surgido de las entrañas de América, de América Latina, del continente de la esperanza, pero que además sintetice en sus genes y en su génesis la cultura del primer mundo, esa que ha legado diferentes expresiones de la visión del viejo continente que se han implantado por estas tierras.
Un hombre así merecidamente está siendo considerado por publicaciones e instituciones para galardonarlo como el personaje del 2013 de la aldea global.
A través del Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez supimos cómo se inquietó cuando se enteró de la perversión del Nuncio Jozef Wesolowski y ahora, el obispo de San Francisco de Macorís, Fausto Ramón Mejía Vallejo, nos revela su reacción cuando descubrió que ese sencillo pastor que lo saludaba provenía de República Dominicana: se levantó. ¡Cuánta humildad! para hablarle, para expresarle cuán afectado estaba por esa situación. “Estoy como atravesado por una daga…”
Celebremos que la Iglesia católica en tiempos difíciles haya encontrado a un hombre de su dignidad.