Ciertos abogados y alguaciles

En el ejercicio de las profesiones hay muchos problemas. Se suele decir que reflejan los típicos desvaríos de la sociedad. En algunas nos encontramos con tantas violaciones a las buenas costumbres  que sugieren un sistema delincuencial comandado…

En el ejercicio de las profesiones hay muchos problemas. Se suele decir que reflejan los típicos desvaríos de la sociedad. En algunas nos encontramos con tantas violaciones a las buenas costumbres  que sugieren un sistema delincuencial comandado por personas que se suponen formadas desde los paradigmas en que se fundamenta la ciencia jurídica.

Situaciones que se quedan en los pasillos de los palacios de justicia, en los despachos de empresarios o en las viviendas de los justiciables porque en la generalidad de los casos no tienen cómo ser documentadas.
 
Es un estado de normalidad que abogados se dediquen a sonsacar trabajadores para presentar demandas contra patronos sin la menor justificación, con el único propósito de extorsionar o recurrir al engaño mediante la compra de “casos” sobre la base de un poder de representación convenientemente fabricado. Esa práctica es causa eficiente de quiebras de pequeños empresarios víctimas de litigantes de reclamos sencillos que debían transarse mediante una simple conciliación, pero que abogados inescrupulosos obstaculizan a conveniencia.

En los reclamos de indemnizaciones por daños en accidentes de tránsito se ven situaciones increíbles, donde litigantes “desinteresan” a los demandantes, a los cuales les compran los casos, especialmente si descubren que el  vehículo asegurado es propiedad de una persona adinerada, o con bien mínimamente importante. Se valen de todos los medios para extender el proceso hasta el cansancio. En combinación con alguaciles “citan” en el aire a las partes hasta conseguir mediante el fraude sentencias convenientes.

Igual pasa con las demandas en búsqueda del resarcimiento por  supuestos “daños” a la imagen y al nombre, con  recursos temerarios, en el entendido de que el “victimario” podrá transarse por unos millones más.  Creen que se puede lograr una fácil negociación y cuando no alcanzan el propósito,  amenazan, y muy prontamente olvidan la base del “reclamo principal”: la “honra afectada”.
En la generalidad de los casos se trata de  picapleitos que hacen mucho daño a profesionales honrados que se lamentan de cómo pasa eso bajo el manto del silencio de los entes llamados a imponer la norma y la decencia en el ejercicio de la profesión del Derecho.

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