Todos los que siguen de cerca los acontecimientos que se producen a lo interno de nuestros partidos políticos saben de la debilidad institucional que estos acusan. De ahí que no sea un secreto la presencia casi omnipotente del clientelismo en el modus operandi de esas organizaciones, en su cotidianidad, sea para renovar cuadros y estructuras orgánicas, para la selección de dirigentes o para la elección de candidatos a cargos electivos.
En toda actividad, ahí está el clientelismo, con sus acompañantes marginales: el soborno, la compra de conciencias, la sustitución de voluntades, y hasta el manejo de líneas estratégicas, programáticas y/o ideológicas. Así mismito como suena…
Lamentos
Dicen que “después del palo dao ni Dios lo quita”. Muchos políticos que “hacen cerebro” con candidaturas y creen contar con adhesiones de conmilitones se lamentan profundamente cuando toman posiciones en ciertos procesos creyendo que sería beneficioso para sus proyecciones políticas futuras, y la realidad les hace chocar con otra cosa.
Es como el que apuesta a lo que en el argot gallero llaman “un gallo armado” (espuelas nuevas especiales adheridas, incluidas) pensando en ganancia segura cuando vaya a la lidia, pero el ejemplar en cuya canasta ha puesto el dinero, apenas sale a la arena actúa como “un gallo manilo”, que huye a confrontar al adversario, y finalmente, pierde la pelea. Ahí vienen los lamentos …y hasta la depresión.
Trajes nuevos
Hay políticos, funcionarios en ejercicio, ex funcionarios aspirantes a volver a serlo y otros que no han sido funcionarios pero anhelan serlo, que han mandado a confeccionar trajes nuevos, convencidos de que podrían ser beneficiados con decretos y/o designaciones del presidente Danilo Medina antes de que se vaya el presente mes. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde…
