Medio mundo quedó perplejo con los resultados del plebiscito sobre el acuerdo de paz entre el presidente Juan Manuel Santos, el gobierno, y Rodrigo Londoño (Timochenko), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Desde el Papa Francisco y el presidente Obama, que lo apoyaron.
Una combinación de factores, la activación del no del expresidente Álvaro Uribe y sus seguidores, las torrenciales lluvias, el pobre trabajo de los suscribientes bajo el supuesto de lo obvio en un mundo con tendencias cada vez más pronunciadas al absurdo y la profunda división de los colombianos que no terminan de sanar las heridas taladradas continua y sistemáticamente por quienes entienden que la paz debe suscribirse sobre un montón de cadáveres.
El no del 50.2% contra el 49.7% del sí, con una abstención de más del 60% derrumban la ilusión construida en cuatro años de negociaciones en La Habana, entre el gobierno y las Farc. Ocurrió lo que pocos pensaban y ahora lo que se pregunta es qué harán las partes que por voluntad propia decidieron cesar el fuego y firmar la paz.
Muchos se preguntaban por qué tenía el presidente Santos que acudir al plebiscito, pero es que el artículo 104 de la Constitución de 1991 lo obliga. Todo ha corrido momentáneamente por el suelo.
Ahora el expresidente Uribe declara su empeño de trabajar por la paz. Habría que ver para creer. Pero es una pena que después de un enfrentamiento durante 52 años, se haya llegado a este desenlace frustratorio. Tiene sentido la conmoción provocada en el liderazgo del hemisferio occidental, particularmente en Latinoamérica y el Caribe.
¿Cómo reencauzar el proceso? ¿Habrá que contar con Uribe? En el pasado reciente no hubo forma. Cerró todos los caminos tendentes a habilitar el acuerdo.
El presidente Santos se llenaba de gloria. Ante el rechazo por la mínima, no puede desfallecer.
La paz siempre será un propósito supremo. Debe explorar nuevas vías.
Las Farc, desconcertadas, deben actuar con cautela. De pronto, su gran confrontador deviene en su mejor aliado. Santos y los guerrilleros tienen un compromiso por la paz.
La perplejidad debe transformarse en acción creativa.
