Me declaro admirador de la vasta capacidad que posee el dirigente Joe Maddon, de los Rays de Tampa, para maniobrar en situaciones adversas que cualquiera sucumbe.
Lo primero es que Maddon no conduce los destinos de una organización con arcas poderosas como los Yankees de Nueva York y los Medias Rojas de Boston, con nóminas de 195 y 145 millones de dólares para 2012, respectivamente.
El presupuesto de Tampa para la actual campaña es de 65 millones de dólares. La escuadra ocupa el puesto 25 en las Grandes Ligas. Aun así, ha sido costumbre ver a los Rays en la postemporada en años recientes. La pasada estación, el conjunto tuvo un empuje mágico y el último día de la vuelta regular aseguraron su clasificación y Boston fue mandado para la casa de manera bochornosa.
Maddon ha sabido sortear todo tipo de problemas. Se lesiona Evan Longoria, la baja de B.J. Upton, que no hay dinero para hacer un gran canje o firmar a un agente libre de renombre, pero de todas formas Tampa compite.
Mejor todavía: Tampa se ha ganado el respeto de sus adversarios.
Hace poco colocó al primera base Carlos Peña como primer bate. Es una decisión que nadie le encuentra el más mínimo ápice de lógica, pero como la pelota es redonda y viene en caja cuadrada, Peña disparó cuadrangular, despertando en cierto modo de un letargo productivo, y el club ganó.
Maddon tiene otro libro, muy diferente al que estamos acostumbrados. Por ejemplo, lleva varias estaciones con un cerrador diferente y se le ha dado. En lo que va de campaña, el dominicano Fernando Rodney ha estado indescifrable.
Maddon, lector voraz, conocedor del vino y amante de pasear en bicicleta, ha subido muchos peldaños en el escalafón de los dirigentes en las Grandes Ligas. Guste o no, su éxito en el último lustro es innegable sin tener las ventajas de otros conjuntos de mercados mucho más grandes.
La vida se mide por los resultados y los del otrora asistente de Mike Scioscia con los Angelinos de Anaheim son de calidad. Solo me pregunto, ¿cómo lo hace?
