Un señalado narcotraficante identificado como José Miguel Ceballos Rosario, acusado asimismo del asesinato del teniente Guillermo Antonio Tejada Kranwinkel, había logrado eludir la ley desde hace 8 años, porque “operaba con complicidades y hacía uso del tráfico de influencia para evadir a la justicia”. Es una revelación del procurador antilavado de activos Daniel Germán Miranda Villalona al diario Hoy.
En base a las complicidades y tráfico de influencia, una persona señalada como “mano derecha” de Winston Rizik Rodríguez, también detenido por cargos de narcotráfico y lavado, pudo permanecer en sus negocios durante años, sin que la acción de la justicia se impusiera.
Cuando el funcionario habla de esta forma sugiere que ese ciudadano recibía apoyo para operar de quienes están llamados precisamente a representar la ley y el orden.
Y eso se plantea sin que pase nada. La sociedad, y las autoridades mismas, se han acostumbrado a convivir con situaciones parecidas, y por eso vemos cómo los criminales se burlan de la justicia, y si caen presos, logran salir sin que siquiera se sepa cómo ocurrió.
De ese modo, las complicidades se dan en diferentes niveles. En los organismos represivos que deben perseguir el crimen; en la administración de justicia y hasta en las mismas cárceles.
No hace mucho que las autoridades capturaron a varios hombres que debían estar cumpliendo condenas en las cárceles. Otros condenados siguen caminando por las calles, cometiendo cualquier tipo de delito.
La persecución del crimen está llena de obstáculos. El primero está entronizado en las mismas instituciones del sistema. Agentes que previenen a los delincuentes para que puedan escapar de la persecución o que se coaligan con los mismos para cometer crímenes.
Mientras persistan estas situaciones, difícilmente veamos disminuir la violencia y la inseguridad.
Las complicidades y el tráfico de influencia se constituyen en medios muy importantes para que las redes criminales actúen a sus anchas.
