Con cada carpa rota, quemada y maltratada se rompieron a su vez los sueños y aspiraciones de tantos que aún creían que esta gente podría encarnar el cambio.Con cada silla destrozada se desvanecieron en un abismo y probablemente para siempre decenas y decenas de futuros votos blancos. Con cada insulto, con cada ofensiva consigna, con cada golpe, con cada agresión se fueron perdiendo senadores, diputados, alcaldes y regidores. Con cada herido se puso aún más distancia entre ese partido y el poder.
Con cada elemento insolente que se creyó que estaba en alguna película sobre el lejano oeste e hizo alarde público de su “escena de vaqueros” disparando su pistola con desenfreno, se confirmaba la apreciación de que se trata de “un grupo de tigres” y la súplica colectiva de que “Dios nos libre de que alguna vez lleguen al Gobierno”.
Con cada rápido escape, con cada acto de cobardía, pero también con cada ficticia muestra de una valentía a todas luces prefabricada se pierden las ganas de buscar a los verdaderos culpables del conflicto y se meten todos en un mismo saco de impulsivos, miopes y tontos útiles.
Con cada montaje, con cada show previamente ensayado y con cada provocación crece en muchos el profundo arrepentimiento por la o las veces que en algún momento los benefició en las urnas con su voto.
Con cada rueda de prensa, con cada falsa petición de diálogo, con cada pronunciamiento airado, con cada francotirador, fue muriendo la inocencia de aquellos jóvenes que aún creían que en la política las decisiones se toman en función de principios e ideología.
Con cada pedrada, con cada asalto de grupos de delincuentes y malhechores, con cada bomba lacrimógena, aumenta la vergüenza frente a una comunidad internacional que se sorprende y se burla de las cosas tan absurdas que aún en esta época ocurren en nuestro país.
Con cada individuo que quiso pescar en río revuelto y utilizó este escenario para promoverse, se pierde en el infinito la idea de que la búsqueda del bien común debe ser el objetivo de todos aquellos que forman parte de esa carrera.
Con cada victimario y con cada víctima de esta bajeza, con cada irregularidad, se fortalece el príncipe y con ello no sólo su seguro retorno, sino su permanencia hasta el 2020, quizás 2024, y quién sabe si haya que seguir contando.
