Confesiones tras las rejas: “en mi corazón soy libre”

María Isabel Fuentes, Galita del Pilar Díaz y Sareeka Christina Singh tienen tres cosas en común: están condenadas por tráfico de droga, son madres y están recluidas en la cárcel de Najayo-Mujeres.

María Isabel Fuentes, Galita del Pilar Díaz y Sareeka Christina Singh tienen tres cosas en común: están condenadas por tráfico de droga, son madres y están recluidas en la cárcel de Najayo-Mujeres.

Pero también hay otro elemento en sus historias, sus hijos son el  centro de su vida y la razón de sus acciones. Eso nos lleva a pensar ¿hasta dónde llega una madre por el bienestar de sus hijos?

María Isabel Fuentes, de 55 años, nació en España pero fue criada en Francia. Tiene cuatro hijas y aunque nunca se ha divorciado, hace muchos años se separó de su esposo.

“Yo en realidad tenía un problema de dinero, porque iba a perder mi casa. No quería ir a un hotel ni encontrarme fuera con mis hijas, yo podía buscar ayuda en Francia, porque allá hay mucha, pero tardaba y el dinero lo necesitada urgente. Yo estaba hablando con alguien en el barrio donde vivía, ahí me hablaron de que si quería hacer un viaje que me pagaban 10 mil euros, en verdad los necesitaba, y vine para acá”, relata la mujer.

Con los años marcados en la cara, su cabello corto y bien cuidado, sus ojos claros y una fresca sonrisa, María Isabel narra que “venía a buscar ocho kilos para llevarlos a España, pero cuando abrieron la maleta “me di cuenta de que eran 16 kilos”. Indica que no sabía lo que era cocaína, pero por el peso  se dio cuenta que eran más kilos de lo que se había pautado. “Ellos me buscaron la maleta, me prepararon la maleta y el día de irme, puse la ropa en ella y me fui.

Estaba esperando para partir. Cuando oí mi nombre en el aeropuerto de La Romana, ahí se me cayó todo, se me derrumbó toda mi vida. Me llegó a la cabeza a mis hijas”, sostuvo al recordar el momento en que fue apresada.

La condenada a diez años de prisión dice que sus problemas económicos empezaron en el momento en que se quedó sin  empleo. Tras el incidente, su esposo se fue a vivir para la casa con dos de sus hijas y poco a poco fue pagando las deudas. “Yo no quiero volver a la casa, voy a buscar nueva vida, nuevas cosas. Usted quiere que le diga algo: ‘yo soy estúpida, porque en Francia hay demasiada ayuda para uno hacer eso’ ”. Tras el auto reproche, María Isabel empieza a llorar y dice: “Francia es un país que es difícil vivir pero la ayuda para los estudiantes, para pagar el alquiler, yo no pagaba ni médico, ni nada, hay cosas que ayudan a uno a eso, y yo como hay cosas que cogen mucho tiempo, tenía que esperar, y eso cansa, y  cogí lo fácil”. Agrega que si hubiera ido a ver a la trabajadora social o el trabajador social, hubiese hecho los papeles para la ayuda y “todo eso no pasa, tampoco pierdo la casa”. “Yo por desesperación, por mis hijas”, precisa.

Aconsejó a las madres que por más difícil que sea la situación, esta vía no es de la solución. “Mira ahora, no puedo pagar nada porque estoy presa. Mis hijas sufren, tengo cuatro nietos que no conozco, es que no es la solución, hay demasiado gente que puede ayudarte, hay que buscar ayuda”, indicó. Con pesar dijo que durante tres años sus hijas mayores no le hablaban por qué no entendía porqué había hecho eso. Para María Isabel, estar tras la rejas ha sido una lección de vida que la ha llevado a reflexionar sobre su accionar y el daño que le hacía a los demás sin darse cuenta. Recordó que cuando retornó de su última audiencia para la libertad condicional, antes de que le fuera negada, sus compañeras le preguntaron que “cómo le fue, y ella respondió que no sabía, pero que no importaba porque ahí (tocando el corazón) yo soy libre, dentro yo soy libre, y quiero estar con mis hijas. El señor ha trabajado en el corazón”. Lleva siete años en prisión.

Una peruana curiosa

Galita del Pilar Díaz es una peruana de 26 años, con una niña de cuatro que hace dos años que no ve. Está condenada a cinco años de reclusión.

Dijo que accedió a tragar 80 bolsitas de cocaína “para conocer”, ya que su pareja lo había hecho antes y lo habían contactado una segunda vez, y harían el viaje juntos. “Me arrepentí y ellos dijeron que no, que ya no se podía perder ese dinero. Casi obligada yo vine al final”, precisó. Cuenta que cada vez que tragaba una bolsita pensaba en su hija y se decía que “eso nos iba a servir a nosotras para independizarnos, para tener una vida mejor, no pensé en nada malo”.

Aunque al salir de Perú fueron vistos como sospechosos, como no había rayos X en el aeropuerto, los tenían que llevar al hospital para revisarlos, pero no lo hicieron y dejaron el país sin terminar la requisa alegando que perderían el avión y que tenían un contrato de trabajo. Narra que ya en el avión llamaron a su contacto y él dijo que “todo estaba bien, que tenía gente aquí”. La confianza de Galita y su pareja se hacía más fuerte tras escuchar que un militar era la persona que esperaba la droga. La joven estudiante de sicología tiene dos años y tres meses presa y dice que “los padres tienen que pensar las cosas antes de hacerlas, arrepentirse no soluciona nada”.

“Quería tener una vida más fácil”

Sareeka Christina Singh, de 25 años y proveniente de Guyana, estudiante de administración de empresas en una universidad de su país validada en Londres, Inglaterra, también optó por buscar dinero fácil y terminó condenada a cinco años de prisión.

 Con un español atropellado, casi imposible de entender, la también madre de una menor de cuatro años, dijo que le iban a pagar 12 mil euros para  llevar desde Surinam hasta África 83 bolsas de droga en el estómago y un kilo en la maleta.

Con la cara de una niña, su cabellera lacio y su color latino relata que República Dominicana solo era una escala en su viaje y que vio la oferta del esposo de una amiga como una oportunidad, para mejorar, para ayudar a su mamá, mantener a su hija y seguir sus estudios. “Hacer la vida más fácil”, para eso quería el dinero.

Admite que no pensó en las consecuencias, y por eso está presa. Se le irradian los ojos cuando habla de su niña que es el centro de su vida.

305
Es el total de reclusas que para el pasado 30 de abril estaban recluidas en el penal de Najayo con capacidad de 308.

101
Es el número de internas que tiene el penal de Najayo-Mujeres, bajo  el cargo de violar la Ley 50-88 sobre drogas.

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