Uno de los temas que se han dejado caer en la cumbre Río + 20 que se desarrolla en Río de Janeiro, Brasil, es la tesis denominada “Economía verde”.Lo del “verde” resulta atractivo, pues induce a pensar que se discute un desarrollo económico en armonía con la naturaleza con el objeto de salvar el planeta, reduciendo el efecto invernadero, protegiendo la fauna y la flora y evitando que los glaciares continúen derritiéndose.
Los organizadores de Río + 20 (que en realidad son las 8 economías más grandes del planeta agrupadas en el G-8 más las 20 que les siguen) han invitado a jefes de Estado de países más pobres, ambientalistas y representantes de movimientos sociales, a fin de convencerlos de las bondades de la tesis “Economía verde”.
Pero, ¿qué es en sí la Economía verde? Los planteamientos que sustentan dicha tesis revelan una nueva faceta del neoliberalismo que busca la mercantilización de los recursos naturales, como es el caso del agua, a través de su privatización.
Aspectos que las agencias internacionales no tocan son los planteamientos y maquinaciones que se mueven para que Río + 20 deje atrás principios asumidos en cumbres como Agenda 21 y la Conferencia de Johnnesburgo 2010, tales como el desarrollo sustentable, e incluso, los Objetivos del Milenio, enunciados en los que poquísimos países pueden exhibir algunos logros.
Pretender privatizar el agua del planeta y poner los recursos naturales en manos de los empresarios sería atentar contra los derechos fundamentales y la vida de alrededor de 7 mil millones de personas que habitamos la tierra.
Río + 20 busca que los países menos ricos salgan sintiéndose culpables de la degradación ambiental del planeta, a fin de que acepten en sus territorios experimentos verdes y ecológicos financiados por sus corporaciones. Entonces sí que los tendrían agarrados por el pichirrí.
