Consumir/vivir

Es frecuente que la gente se queje de la situación. ¡Qué dura está la vida! Se escucha decir. Generalmente, la expresión está precedida de alguna frustración. Algo que no se pudo alcanzar para llenar determinadas expectativas. O…

Es frecuente que la gente se queje de la situación. ¡Qué dura está la vida! Se escucha decir. Generalmente, la expresión está precedida de alguna frustración.

Algo que no se pudo alcanzar para llenar determinadas expectativas. O simplemente, que los niveles de estrechez económica se tornaron más críticos.
Pero en muchos casos, y sobre todo entre ciudadanos de clase media, esa sensación de insatisfacción suele originarse en unos requerimientos o necesidades que pautan las relaciones con el entorno social, muy marcado por la propensión excesiva al consumo  superfluo.

Porque la cultura predominante es consumir, depredar y ostentar, en un ejercicio continuo tratando de reproducir los hábitos de las clases más altas, que se caracterizan por la ostentación, el dispendio, la acumulación de bienes personales o la adquisición de servicios de dudosa necesidad.

Si cualquier ciudadano de clase media, aún en la clase media baja, se detiene a observar las cosas u objetos de escaso valor de uso que adquiere por tiempo generalmente limitado, podría darse cuenta del volumen de dinero que tira al zafacón.

Dolorosamente, los presupuestos no pueden cubrir tantas demandas. Vacíos existenciales que nunca podrán ser llenados.

Entre los más pobres, la sobrevivencia se torna dramática, cuando descubren los modelos o estándares de vida de las familias de la televisión en el primer mundo.

Las generaciones del siglo pasado y las que se forman en el presente, están bajo el influjo del consumismo. El afán es tener y mostrar. ¡Adiós a la vida del autoconsumo! Aún en las más remotas aldeas se abandona la posibilidad de llenar las necesidades mínimas mediante el huerto y la pequeña granja.
El sistema se organiza para que todos abrevemos en la convención de la industria del derroche,  a la que todos no pueden entrar, pero en la que todos quieren estar. Los estímulos saturan. Todo está organizado para que haya mucho entre pocos y poco para muchos.

Vivir más con menos es un anacronismo.

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